Quizás logremos una reforma policial

No sabemos si tiene mucho valor hablar de la Policía Nacional. Es que son tantas las quejas, que ya brotan desde sus mismas entrañas y pensamos que cualquier cosa que se agregue es sobreabundar. Pero son tan insólitas que no dejan más alternativa&#823

No sabemos si tiene mucho valor hablar de la Policía Nacional. Es que son tantas las quejas, que ya brotan desde sus mismas entrañas y pensamos que cualquier cosa que se agregue es sobreabundar. Pero son tan insólitas que no dejan más alternativa que insistir.

A veces los vecinos denuncian que acuden a cuarteles de la Policía para reclamar auxilio, y se encuentran con negativas rotundas. No es que actúan sin la presteza debida. Simplemente, no atienden los pedidos de las personas, a veces víctimas de violencia.

El más reciente caso que hemos recibido es el de un ciudadano atracado y herido a poca distancia del cuartel de Punta, en la carretera  Villa Mella-Yamasá. No hubo forma de que los agentes se percataran de los hechos, y se conformaron con reclamarle a la esposa de la víctima que presente formal querella.

Empleados del Listín Diario, en plena avenida Padre Castellanos, fueron agredidos. Acudieron al cuartel más cercano, y no les recibieron la querella.

Estos hechos insólitos no son nada si lo comparamos con las revelaciones del propio jefe de la Policía Nacional, de que tiene imágenes filmadas de algunos de sus miembros atracando en el sector Los Próceres y la avenida Colombia en el Distrito Nacional.

No se podía llegar más lejos. La reforma policial, que nadie sabe si será un simple cambio de una ley por otra, debe contribuir para restaurar ese cuerpo. Pero ¿quiénes conducirán ese proceso; con cuáles hombres y mujeres; en qué condiciones? Esas son interrogantes  inevitables.

Sabemos muy bien que no podremos viajar a Suiza para traer otras cualidades ciudadanas para ingresarlas en una nueva policía, pero al menos debemos presenciar una limpieza radical, modificaciones totales de los métodos y procedimientos. Para ello será necesario también abrir una escuela nueva, centrada en la  formación humana, para mejorar lo que se pueda quedar e ingresar gente en condiciones de cumplir los deberes y los sacrificios que implican ser un servidor público de esa dignidad.

Quizás se logre una verdadera reforma policial. Pero el sentido común tendrá que prevalecer. Más que muchas normas técnicas, es integridad y honestidad, lo que hace falta entronizar al policía de hoy.

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