Quizás la lámpara de Diógenes se encendió frente a muchos dominicanos que como yo creemos que Rafael Acevedo es un hombre serio.
Desde que se comenzó a despotricar contra él y su representada encuesta Gallup de trayectoria ampliamente reconocida, porque dió como perdedor a Hipólito Mejía y al PRD para las elecciones recién ocurridas (tal como aconteció) surgieron comentarios infundios y falencias, acusándole de todo.
Comentaristas de discurso y accionar cuestionados por esta sociedad, gente que como se dice popularmente, para hablar de personas como Rafael Acevedo deberían enjuagarse la boca con agua bendita.
¡Por Dios! Dominicanos, ¿qué es lo que nos está pasando? No paramos mientes para desacreditar y acabar con la reputación de los demás.
¿Es que nuestros valores han descendido tanto que no hay nadie que merezca consideración?
Es como si quisiéramos barrer con lo honesto que tenemos y en vez de reconocerlo y exaltarlo deseáramos verlo en el lodazal inmundo del desprestigio, la mentira y el deshonor; si somos tan miserables, si carecemos de grandeza para reconocer los méritos y la honorabilidad de otros, al menos, guardemos silencio; tanto irrespeto a personas de vida familiar y de trabajo impecables, mueve a pena de nosotros mismos.
Amiga de Rafael Acevedo, desde Santiago, en la UCMM, siendo estudiante y él joven docente recién regresado de Chile, en tertulias estudiantiles, disfrutábamos, soñadores de la vida, aspirantes irrenunciables a tener un país digno de ser habitado.
De él defiendo su conducta, hombría de bien, su rectitud de siempre, y por él, meto mis manos en el fuego con la seguridad de que no se me van a quemar.
A su amoroso corazón, tener indulgencia con esos que han pretendido, sin lograrlo, mancillar su nombre y honra, carecen de su estatura moral.
Sólo aplícales esta frase: “Los débiles toman venganza, los fuertes perdonan y los inteligentes ignoran”. l
