Un recorrido al Valle del Tetero

Rumbo a La Ciénaga, a las orillas del Parque Nacional Armando Bermúdez, y antes de llegar a Manabao; subiendo una cuesta en medio de una curva, un poco antes del amanecer, se nos dañó el carro.

Rumbo a La Ciénaga, a las orillas del Parque Nacional Armando Bermúdez, y antes de llegar a Manabao; subiendo una cuesta en medio de una curva, un poco antes del amanecer, se nos dañó el carro. Acudimos a la señal de emergencia del teléfono celular, nos respondió un operador y le informamos la situación. Sin mucha esperanzas nos comunicó con la Policía, a quienes le explicamos lo sucedido.   
Sin tener idea de cómo resolver el problema, una camioneta que iba a recoger vegetales nos regaló un poco de soga. Con otro vehículo de nuestro grupo, amarramos y jalamos el carro, dejándolo estacionado unos metros más adelante, en un llano frente a la casa de un campesino, el cual  se ofreció a echarle el  ojo mientras seguíamos el camino hacia un fin de semana en el Valle del Tetero.   
En lo que conversábamos con el lugareño, llegó una camioneta nueva con las insignias de la Policía Nacional, con tres agentes, preguntándonos si éramos nosotros los que necesitábamos ayuda. Todos nos miramos sorprendidos. 

En  lo alto de la sierra la gente es amiga y solidaria y las llamadas de auxilio funcionan.

Cuando llegamos a La Ciénaga, Parques Nacionales, nos encontramos con unas edificaciones  bien hechas, con un sistema de control de entrada de visitantes y un área de parqueos de  vehículos.

Más turistas de lo que pensaba visitan nuestro Pico Duarte. Me sentía orgullosamente dominicano.

Un pueblo solidario, unas instituciones que funcionan, un verde profundo y un río cristalino nos recibieron al iniciar el viaje.

Luego de siete horas camino arriba, llegamos al Valle del Tetero, lamentablemente aun con cicatrices del fuego forestal de unos años atrás, pero hermoso y con temperaturas que bajan por debajo de cero grados.

En la noche, junto a la fogata, una tabla de madera nos sirve de sentadera. Sorprendido por su longitud, preguntamos a nuestro guía que cómo llegó allí, pues por el estrecho camino ningún burro puede subirla.

Respondió que por helicóptero, y que tablas así se utilizaron para construir una caseta de más de 100 ventanas en el valle de Lilís, entre el Pico Duarte y la Pelona. Añadió que esta caseta, que podría albergar a más de 200 personas, nunca se utiliza, pues fue construida en un sitio donde no aflora el agua, ni cuenta con disposiciones para los animales de carga.

Qué capacidad tenemos de ser  eficientes en gastar ineficientemente los recursos del Estado, nos cuestionábamos, incluyendo en un Parque Nacional.

Luego de tres días con la naturaleza, retornamos vía Jarabacoa, donde rápidamente recordamos que era domingo en la tarde: motores, música, y bebida, nuestro nuevo emblema de rojo, azul, y blanco.

Ya de regreso volvimos a la comodidades de la vida de ciudad, pero recordando la pureza de la sierra y  la solidaridad de su gente. l

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