Reductores de velocidad carecen de control

Cuando un letrero que indique “conduzca despacio” no resulta suficiente, se crean otros mecanismos que obligan a la acción. Pero ¿cuál es el criterio para su colocación en el país, y cómo actúa la ciudadanía frente a los denominados reductores

Cuando un letrero que indique “conduzca despacio” no resulta suficiente, se crean otros mecanismos que obligan a la acción. Pero ¿cuál es el criterio para su colocación en el país, y cómo actúa la ciudadanía frente a los denominados reductores de velocidad?Es frecuente observar en algunas vías de la capital, específicamente, en zonas residenciales reductores de velocidad, que según los conocedores en materia de tránsito y urbanización, no cumplen con las normativas establecidas.

Para evitar accidentes en puntos, donde la alta velocidad representa un peligro a sus propios habitantes, sin importar que tan sofisticada o estigmatizada sea la zona, algunos residentes encuentran “soluciones”, por sí mismos, en un poco de asfalto tirado sin ninguna regulación por encima del nivel de la calle.

A pesar de que la responsabilidad de instalar los reductores de velocidad en zonas habitadas recae sobre el ayuntamiento de la demarcación correspondiente y el Ministerio de Obras Públicas, la respuesta de las entidades no llenan las expectativas. Entonces la comunidad entra en acción sin ninguna regulación.

Los popularmente conocidos como “policías acostados”, en muchas ocasiones, se erigen como un muro de concreto levantado, cuya medida dista mucho del parámetro establecido. Luis Alba, técnico en materia de tránsito, advierte de los riesgos. “Con un reductor de velocidad inapropiado los vehículos no sólo sufren daños en punta de eje o bolas esféricas, sino que los conductores pueden convertirse en victimas de atracos”.

Mientras que Omar Liriano, director de Comunicación de la Alcaldía del Distrito Nacional, sostuvo que como gobierno local instalan este tipo de mecanismo en zonas cercanas a escuelas, iglesias y lugares donde hay un conglomerado de personas, pero recalcó que existe la cultura de que el comunitario lo construya en puntos donde no son necesarios.

Actitud adversa del conductor

En la actualidad, este tipo de reductores rudimentarios no son tan frecuentes en importantes avenidas y carreteras del Gran Santo Domingo, ya que han sido sustituidos por otros más sofisticados, fabricados en metal y en goma. Pero surge la interrogante: ¿Son estos un artefacto de modernidad?

Un equipo de elCaribe actuó como ente espectador en la Avenida 6 de Noviembre, próximo al peaje, en dirección Sur-Oeste, donde hay colocados reductores de velocidad tipo calderitos, a fin de analizar la actitud del conductor frente a este artefacto.

En la mayoría de los casos, choferes, específicamente, de vehículos de mayor capacidad como jeepetas, camionetas y camiones, pasan estos tipos de reductores como si se tratara de hojas secas, que no tienen ninguna razón de estar allí. La acción de muchos motoristas no fue diferente.

A Luis Alba este comportamiento le parece ilógico. Explicó que es obvio que el vehículo sufra mayor daño cuando se pasan con rapidez, contrario a la percepción de algunos conductores.

Describió, además, los requerimientos para la correcta colocación de estos artefactos. “Los reductores de velocidad que tengan una altura de no más de una pulgada y media en su punto más alto son los más viables”. Deben estar debidamente pintados y con letreros que adviertan su presencia 

Dice mecanismos son resultado de deficiencia

Según el urbanista Erick Dorrejo, los reductores de velocidad son la consecuencia de dos errores, que consisten en la debilidad de la educación vial ciudadana y la falta de una planificación en el diseño de las vías de nuestro país. “El reductor de velocidad viene a suplir el incumplimiento de la Ley y la deficiencia en la construcción de la ciudad. Lo que pasa es que nuestras ciudades están diseñada para el transporte motorizado, no peatonal”. Reflexionó en que si en lugar de colocar reductores de velocidad, existiera un apego al cumplimiento de la Ley de Tránsito Terrestre además de fuerza de voluntad de las autoridades en hacerla cumplir y un ordenamiento territorial que regule las la construcción de las edificaciones, se estaría contribuyendo a que no se tenga que incurrir en la instalación de estos mecanismos.

Refirió que las escuelas deben estar localizadas en vías de poca amplitud, que permita simplemente carriles, donde los conductores no anden a alta velocidad. Indicó que es un error colocar una escuela en avenidas como la 27 de Febrero o la John F. Kennedy, porque son zonas destinadas a un tránsito muy rápido, debido a que hay elevados.

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