A nuestro regreso de La Habana, nos cruzamos con muchos entes, unos muy buenos, otros no tanto, así fuimos conociendo el panorama artístico nacional y, en la medida en que acudíamos a una u otra exposición comprendíamos cada vez mejor cómo son las cosas en el medio y cuáles debían ser nuestras limitaciones y nuestros aciertos.
Sin embargo, a pesar de que creímos conocer a qué universo nos adentrábamos, la ignorancia resultó nuestra fiel compañera y con ella, la confianza e inocencia. Ha pasado el tiempo y lo que nos pareció mal al principio nos ha motivado para ser mejor.
Claro que siempre hay nombres que quedan grabados, y uno que cambió nuestra mirada fue precisamente el de Guillo Pérez, uno de los más consagrados maestros del arte nacional e internacional, quien confió en nosotros junto con su familia, en especial su fiel compañera la Sra. Amalia Linares de Pérez, con quien trabajamos de cerca para coordinar la presentación de las obras del maestro en la ciudad de Zürich, Suiza, por iniciativa de la Sra. Lucy Martínez.
Compartir con Guillo Pérez representó un punto muy elevado en nuestro estreno como especialista en el tema de las artes, pues investigando se aprende, sí, pero conociendo al ser humano aún más. Llegamos a un punto que habíamos estado tan conectados con el maestro, que cuando pretendíamos escribir no sabíamos si hacerlo sobre su obra o sobre él como persona. Al final entendimos que era necesario establecer una sinergia.
Bien habíamos comentado en una pasada entrega que: “Una mañana, al despertar, el maestro, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama con ideas que le permitirían plasmar una obra que marca un antes y un después en su producción plástica, titulada: “Un nuevo renacer”. “Guillo Pérez ha iniciado su ontológica aventura con el lienzo y los colores”, pero por un camino que debe recorrer sólo, dejando entre nosotros las huellas de su prolífera creación artística.