Haití es el vecino más cercano. También es nuestro segundo socio más importante, tomando en cuenta las exportaciones dominicanas hacia territorio haitiano, que en el 2015 ascendieron a poco más de 1,000 millones de dólares. Individualmente, el país de donde procede la mayor parte de los productos que entran a suelo haitiano es República Dominicana, con el 31.5 por ciento, seguido de los Estados Unidos, que acapara el 25 por ciento. Las importaciones totales de Haití en el 2012, para poner un ejemplo, ascendieron a US$2,600 millones, mientras sus exportaciones apenas llegan a 800 millones.
Es preciso definir un nuevo marco en las relaciones, no sólo en el ámbito político, sino económico. Reconocer que son dos naciones, con idioma, costumbres, religión y otros rasgos distintos, pero que comparten una isla y una historia de lucha para superar la pobreza extrema.
Por lo que observado, la administración del presidente Danilo Medina tiene interés en impulsar un nuevo marco de estas relaciones. La visita del canciller dominicano y la declaración del gobierno provisional haitiano en torno al levantamiento a la veda de productos de Quisqueya son buenos indicios, pero hace falta más.
Si bien, el liderazgo de ambas naciones está en el deber de defender sus intereses, este principio no debe, bajo ninguna circunstancia, generar tensiones que normalmente terminan en actos de violencia con pérdidas de ambas partes.
La lucha por combatir la inequidad social, crear mayores oportunidades y propiciar la paz son tareas comunes que no deben ser pospuestas ni torpedeadas por grupos particulares.
Hay necesidad de un pacto que trascienda en el tiempo y el espacio para propiciar la convivencia basada en la hermandad, cooperación y el respeto mutuo. Es el momento de enterrar rencores e impulsar un nuevo enfoque de los vínculos entre Quisqueya y Haití.
