República digital (2 de 2)

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En el artículo pasado comentamos sobre el conjunto de políticas y proyectos que el Estado dominicano ha diseñado en busca de facilitar la inserción del país en la sociedad de la información, destacando las múltiples acciones que se desarrollan en el ámbito educativo desde el programa República Digital. El propósito de esta agenda es potenciar las capacidades didácticas de la tecnología para apoyar la mejora de la calidad del proceso de enseñanza. Las iniciativas son gestionadas por instancias gubernamentales comprometidas con el aprovisionamiento de infraestructura tecnológica necesaria en centros educativos y la articulación de programas de formación para fortalecer las competencias de los actores del sistema en esta área.

Sin dejar de reconocer las buenas intenciones de estos esfuerzos, es pertinente compartir unas cuantas preocupaciones con el tema. La instalación de las infraestructuras tecnológicas, está supeditada a otros requerimientos mínimos que muchos centros educativos no poseen. La provisión de energía eléctrica continua es todavía escasa en muchas comunidades, y si poseen fuentes alternativas de energía (plantas o inversores), están defectuosas o carecen del combustible necesario para operar. En algunos centros hay problemas de espacio y seguridad para la guarda adecuada del equipamiento. Amén de estas limitaciones, -que con voluntad política pueden superarse-, inquieta que se privilegie la infraestructura tecnológica a los procesos sistemáticos y continuos de fortalecimiento de capacidades de los actores para manejar asertivamente estas herramientas para una mejor docencia. Ya en otros espacios lo hemos planteado, la desproporcionada inversión en tecnología y la formación de recursos humanos para usar apropiadamente estas herramientas en procesos pedagógicos pudiera amenazar la efectividad de estas iniciativas. Asimismo, debemos estar atentos a un fenómeno muy recurrente en estos procesos de formación; los maestros pueden usar con destreza los recursos tecnológicos, pero eso solo no garantiza su uso efectivo en el aula. La formación tiene que estar bien orientada hacia el desarrollo de competencias que permitan integrar significativamente estas tecnologías al quehacer pedagógico cotidiano. El educador Zabalza explica muy bien el riesgo: “… no se trata solo de una formación en el conocimiento y manejo de los recursos, sino en las posibilidades didácticas y formativas de las tecnologías. De lo que se trata es de enriquecer los procesos pedagógicos en un nuevo contexto tecnológico, no de hacer lo mismo que se hacía antes, pero con medios más sofisticados”.

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