El respeto a los demás

Q uerer que los demás sean como queremos o como nosotros, es el comienzo, el primer indicio de irrespeto hacia la otra persona. Cada quien es como es, y los demás, sencillamente, debemos respetarlo. Lo penoso es que esta práctica, muchas veces…

Q uerer que los demás sean como queremos o como nosotros, es el comienzo, el primer indicio de irrespeto hacia la otra persona. Cada quien es como es, y los demás, sencillamente, debemos respetarlo. Lo penoso es que esta práctica, muchas veces la van inculcando los mayores, desde el momento mismo en que comienzan, delante de los niños, a criticar la conducta, la forma de ser, de peinarse, de vestirse y de hablar de cualquier persona, que por lo general no está presente para defenderse.

Es una pena que con tantos problemas y situaciones difíciles que debemos enfrentar cada día, existan personas que pierdan el tiempo juzgando y cuestionando a sus vecinos, amigos y compañeros de estudios o de trabajo, por el simple hecho de vivir a su manera y de lucir como mejor les parezca.

Cuando una persona elige vestir o peinar  su cabello de forma diferente, o cuando su concepción de Dios y la religión no es la de la mayoría, inmediatamente crucificamos a esa persona, la condenamos y dejamos bien claro que no queremos ningún trato con ella, porque es un “mal ejemplo” para la sociedad. Cada quien es como es y ni siquiera uno mismo puede cambiar esa realidad.

La vida, aunque hermosa y el más preciado de los bienes que posee una persona, no nos llega solo con las cosas bellas, viene  acompañada de las espinas que ha de tener cada rosa. Es difícil que alguien pueda decir que disfruta que otros traten de administrarle la vida o que dirijan cada uno de sus pasos y tomen decisiones por ellos; es más, no es difícil, creo que es imposible que una persona ceda a otra el control total de su existencia, por eso mismo no debemos olvidar que a así como nosotros nos proclamamos libres para actuar, decir y pensar, otros tienen el mismo derecho.

Es cierto, hay actitudes que suelen ser molestas, que no nos agrada la forma de ser de tal o cual persona, pero hasta ahí, nada nos da el derecho de cuestionar o tratar a toda costa de cambiarla. Esta actitud es una vía directa a la intolerancia y constituye una franca falta de respeto al derecho ajeno, que como decía Benito Juárez… “es la paz”. l

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