De retorno a la civilización

La concentración en pocas manos de un recurso, o el derecho que da el Estado a unos pocos para el control exclusivo de un recurso económico, lo que es igual, la concentración de monopolios, no es exclusivo del sector transporte.

La concentración en pocas manos de un recurso, o el derecho que da el Estado a unos pocos para el control exclusivo de un recurso económico, lo que es igual, la concentración de monopolios, no es exclusivo del sector transporte.El irritante monopolio está diseminado por todas las áreas neurálgicas del aparato productivo nacional.

Unas cuantas familias tienen control casi absoluto de los medios de comunicación, familias que tienen nombre y apellido.

Grandes extensiones de tierras, muchas de las cuales están baldías, son monopolizadas por señores terratenientes que tienen nombre y apellidos.

Unas cuatro familias o corporaciones te controlan los supermercados y con ello la venta de ropas, medicinas y alimentos.

Frente a esa realidad el Estado se hace de la vista gorda o cómplice de una actividad que, por su carácter monopólico, choca de frente con la misma construcción de la República.

El monopolio no es exclusivo de los Juan Hubieres, los Antonio Marte y comparte, por lo que, el dispositivo legal que evacuara la segunda sala del Tribunal Superior Administrativo (TSA), es limitativo y queda muy corto en su alcance.

Ahora bien, lo que sí es exclusivo de ese sector choferil o empresario del transporte, es el terror que nos arropa, la anarquía y el caos que han impuesto a la sociedad.

Sólo en un Estado irresponsable y politiquero se ha de imponer ese vandalismo, en donde a la ciudadanía se le impide el derecho de montarse o transitar en el medio de transporte de su preferencia.

Los Juan Hubieres y los Antonio Marte han impuesto a sangre y fuego el
desorden y un servicio malo y de peligro para los usuarios.

En ese desastre hemos visto de todo, mujeres ser incendiadas en masas dentro de un vehículo, por no acatar un paro. Choferes macheteados o baleados por “violar la ruta” o por transportar a un ciudadano perteneciente a otra ciudad o sindicato.

Avalados, sostenidos y alimentados por el propio Estado que les dona millones en combustibles y otras concepciones.

No hay ley, solo el terror de la selva que nos han impuesto.

Apenas se da el dispositivo legal y ya andan desafiando y pronosticando muerte y caos, ante la ausencia o el silencio de una autoridad con competencia para amarrarlos y someterlos a la regla y orden que nos retorne a la civilización.
Ya está bueno

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