Ricardo dice Gómez Bergés tiene “ambición desmedida”

El dirigente reformista Joaquín Ricardo asegura que son falsas las declaraciones vertidas en la sección 10 Momentos Inolvidables, por el excanciller, Víctor Gómez Bergés, en las cuales acusa a Joaquín Balaguer de ser el responsable de la derrota&#82

El dirigente reformista Joaquín Ricardo asegura que son falsas las declaraciones vertidas en la sección 10 Momentos Inolvidables, por el excanciller, Víctor Gómez Bergés, en las cuales acusa a Joaquín Balaguer de ser el responsable de la derrota de su candidatura como secretario general de la OEA.

A continuación el texto completo de la misiva, enviada a la dirección de este diario.

Distinguido señor director:

En la edición correspondiente al 15 de enero del presente año se publicó en elCaribe una amplia entrevista por la periodista Evelyn Irizarri realizada al doctor Víctor Gómez Bergés, en la que éste se refiere a 10 momentos inolvidables de su vida, y en la que resalta el epígrafe: “El único responsable de que yo no fuera secretario de la OEA fue Joaquín Balaguer”.

Ante esta afirmación, falsa por demás, y otras referencias al fallecido expresidente y líder fundador del Partido Reformista, nos sentimos en la obligación de puntualizar algunos hechos a los que se refiere en su entrevista, y defender al doctor Balaguer, así como de relatar la realidad de lo acontecido, para una verdadera edificación de las nuevas generaciones que, por razones biológicas, no fueron testigos de los hechos vertidos por el doctor Víctor Gómez Bergés en la citada entrevista.

Miente el exsecretario general de la Liga Municipal Dominicana al decir que el doctor Balaguer fue el único responsable de que él no fuera secretario general de la OEA. Digo que dice una mentira porque propaga una cosa falsa que toma como verdadera, y miente porque expresa a plena conciencia algo que va en contra de lo que él sabe. Parece que ese “vicio maldito”, como le llamó el eminente filósofo y ensayista galo Michel de Montaigne, ha sido un asiduo acompañante del excanciller, con el que suele ocultar un mal peor que le aflige: su desmedida ambición.

Esta última flaqueza, insoportable para quien tiene que lidiar en el enmarañado campo de las negociaciones internacionales y en el delicado mundo de la diplomacia, fue la única responsable de su estrepitoso fracaso en la referida candidatura. Solo es de lamentar que en su narcisismo diplomático no tuviese en cuenta que con ello arrastraba a la República.

En el episodio acerca de su fallido intento a la Secretaría General del organismo regional antes mencionado, sabe muy bien el exsecretario de Educación que su ambición le llevó a ser un peón en la agenda de dos grandes figuras de la diplomacia hemisférica, nos referimos a don Emilio Rabasa, entonces canciller de México y a don Gonzalo Facio, canciller de Costa Rica, quienes estaban tratando de lograr el levantamiento de las sanciones impuestas a Cuba por la Organización de Estados Americanos.

Para presentar esa iniciativa en el seno de la OEA, en pleno auge de la “Guerra Fría”, es decir, del enfrentamiento ideológico y militar de los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, los dos polos hegemónicos que tutelaban al mundo, los cancilleres antes mencionados entendieron pertinente buscar una nación que hubiese sufrido la agresión cubana, pues eso les sería de mucha utilidad. En este punto debemos recordar que la República había superado el fallido desembarco guerrillero acaecido en febrero del 1973.

De igual manera los señores Rabasa y Facio, personas de vasta experiencia en el mundo de la diplomacia, así como en el de la política, pudieron percibir la desmesurada ambición del canciller dominicano y procedieron a formularle la propuesta. Fue por esta razón, y no por “las participaciones destacadas”, ni tampoco por “los discursos haciendo planteamientos atrevidos”, que seleccionaron al exsecretario de Finanzas para tratar de darle cumplimiento a su delicada iniciativa.

Por su parte, el canciller dominicano comprometió el voto del país, a cambio de una quimera, sin consultar al presidente de la República. Al hacerlo rompió todos los parámetros de la prudencia, al igual que las reglas que rigen en el mundo de la diplomacia, incluyendo la violación del artículo uno de la Ley Orgánica de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, que establece lo siguiente: “Las relaciones exteriores de la República son dirigidas por el presidente de la República”, convirtiendo al secretario en un auxiliar para la consecución de los objetivos y fines de la política exterior dominicana.

Tal y como afirma el entonces canciller dominicano, al llegar la Conferencia celebrada en Quito, en septiembre del año 1974, nueve meses antes de la escogencia del secretario general de la OEA, el doctor Gómez Bergés procedió a votar a favor del levantamiento de las sanciones a Cuba, rompiendo con la siempre cuidadosa y moderada política exterior que caracterizó las administraciones del presidente Balaguer.

Como demostró la historia, pasarían décadas antes de que la Organización de Estados Americanos levantará las sanciones a Cuba. Resulta obvio entonces que primó el interés personal y no el del Estado dominicano en el voto del entonces canciller. Consideramos oportuno resaltar que la política exterior dominicana que mantuvo siempre el doctor Balaguer en lo que a Cuba respecta, sin establecerse formalmente las relaciones diplomáticas, y a pesar de las conocidas diferencias en el aspecto ideológico, fue siempre de colaboración en todas las áreas. Las visitas al país de Isidoro Malmierca y de Vecino Alegret, y de repetidas delegaciones cubanas que vinieron al país para motorizar acuerdos en lo social, cultural y científico, así lo atestiguan.

La licencia otorgada por el entonces presidente Balaguer al secretario de Relaciones Exteriores a su regreso de Quito fue una salida en extremo considerada, pues lo procedente era su destitución, al no consultar al jefe del Estado y poner al país en una afrentosa situación.

En lo concerniente al decreto emitido por el presidente Balaguer “la noche del siete de junio, que provoca la renuncia de los generales”, solo un ego inflado y enfermizo puede atribuir esa disposición a una candidatura. Esa medida adoptada en mayo, no en “junio” como erradamente lo dice el entrevistado, obedeció a la decisión del jefe del Estado de designar a un nuevo jefe policial para que esclareciera la muerte del periodista Orlando Martínez. Esa, y no otra, fue la razón de la renuncia de los generales, superada con tino y con mucha firmeza por el presidente Balaguer.

La realidad es que esa “candidatura” personal hacía aguas desde su nacimiento. Esa es la verdad, lo demás son simples fantasías de Narciso.

Las siete rondas de votación para la escogencia del secretario general de la OEA en 1975 también tienen su explicación, y la encontramos en esa obstinación enfermiza que suele preceder al rotundo fracaso. Desde la cuarta ronda, los cancilleres Rabasa y Facio le solicitaron al “candidato” dominicano que se retirara. Era lo procedente y lo honorable. En ese fino, pero inequívoco lenguaje diplomático, le estaban advirtiendo que no sometiera más su nombre, dando así libertad a los demás países para votar y lograr el consenso que casi siempre acompaña decisiones de esa naturaleza. La fuerza del nombre y prestigio de Orfila, representante de Argentina, nación austral de mucho arraigo en el continente americano y en el mundo, era sencillamente arrolladora.

Como hemos podido demostrar, el doctor Balaguer nada tuvo que ver con el estrepitoso fracaso del doctor Gómez Bergés. Francois de Chateaubriand, afamado y fino escritor francés, en sus Memorias de ultratumba, describe muy bien estas situaciones: “Cuando no se pueden borrar los propios errores, se los diviniza; se hace un dogma de los propios yerros, se convierten en religión unos sacrilegios, y uno se creería apóstata de renunciar al culto de sus iniquidades”.

En lo referente a 1978 y la senaduría de Puerto Plata, el prominente munícipe y empresario don Moisés Loinaz, ido a destiempo, era compadre del entonces presidente Balaguer. Le aceptó la candidatura a senador por el Partido Reformista con cierta reticencia, porque no era político, y con la advertencia de que “le iba a ayudar a ganar la provincia pero no desempeñaría el cargo”. Desde que los resultados electorales se dieron a conocer comenzó un intenso cabildeo por esa senaduría. Aún recuerdo las presiones del siempre insaciable exsecretario de Industria y Comercio para que esa posición le fuera otorgada.

Tuvo que obtener una certificación especial de la Junta Central Electoral, pues nunca había residido en esa provincia el tiempo que estipulaba la Ley Electoral de ese entonces. Este requisito se pudo llenar con su estadía en Gaspar Hernández, municipio en el que vivió el entrevistado cuando esta demarcación pertenecía a la provincia de Puerto Plata, aunque en ese entonces ya era parte de la provincia Espaillat. Sería muy ilustrativo escuchar la opinión de los integrantes de tan importante provincia, acerca del desempeño del exsenador al frente de esa curul, así como de las iniciativas que presentó en favor de la misma, en cumplimiento de sus obligaciones.

Por otra parte, para esa fecha, el presidente Balaguer solo estaba pendiente, después de realizar la primera transferencia de mando pacífica en más de un siglo, de la recuperación de su salud visual. Sólo esa situación acaparaba su atención, y dejó el partido en las manos de sus autoridades, hasta su regreso en 1979, por lo que yerra, nueva vez, el exembajador en la Argentina.

Los fracasos suelen, desafortunadamente, acompañar al exsenador, pues tenemos fresco en la memoria el resultado de sus aspiraciones a la posición de acompañante en la boleta electoral de 1982 del entonces expresidente Balaguer, en la convención que se llevara a cabo en el local principal del Partido, y en la que de 326 delegados con derecho al sufragio sacó dos votos.

Nos viene a la memoria el sencillo pero aleccionador verso de don José María Pemán: Vida inquieta, frenesí/ de la ambición desmedida…/ ¡Qué mal comprende la vida/ el que la comprende así!.

Finalmente, sólo nos resta formularle al entrevistado una pregunta: ¿Quién es el “malvado, egoísta y perverso”, para solo usar tres de los epítetos que el hoy magistrado del Tribunal Constitucional le endilga al doctor Balaguer: El expresidente, que en actos de infinita condescendencia le designa en sus administraciones en todas las posiciones que hemos mencionado, o usted, que gustosa e hipócritamente, por lo que deducimos de sus expresiones, que las recibe?

Con la transcripción de esta máxima de Francois Marie Arouet (Voltaire): “La gratitud es la primera condición de todo ser humano bien nacido” dejamos esa tarea a las personas que tengan la gentileza de leer estas prolongadas líneas.

A la espera de la íntegra publicación de la presente, le saluda, con sentimientos de consideración. 

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