El ruido, cotidiano agresor de salud y convivencia social

Las personas, por vivir en sociedad, tienen el deber de moderar los sonidos que producen de manera natural o artificial.

Las personas, por vivir en sociedad, tienen el deber de moderar los sonidos que producen de manera natural o artificial. Así, la música que alguien considera como alimento para sus oídos puede convertirse, al mismo tiempo, en el ruido que molesta a vecinos deseosos de leer, descansar, conversar, dormir, meditar o simplemente intercambiar algunas ideas en el interior de sus hogares.

Igual de violatorios de las normas de convivencia resultan los cánticos religiosos que pueden escucharse más allá de las paredes de la iglesia; los golpes de un martillo sobre una pared compartida con otra vivienda, oficina o negocio; las bocinas de un vehículo frente a una escuela u hospital; y el timbre de un teléfono móvil dentro de una biblioteca pública.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el ruido como todo sonido no deseado, desagradable, cuya sensación y percepción alteran el bienestar de la persona.

La entidad de Naciones Unidas indica que, cuando pasa de los 70 decibeles, el ruido se convierte en contaminación acústica, un fenómeno que –desde colmadones, discotecas no reguladas, extensos taponamientos vehiculares, caravanas políticas, templos… – forma parte de la vida diaria de todos los dominicanos y dominicanas.

“El ruido afecta el estado anímico del individuo y atenta contra la convivencia. Se ha comprobado que incide negativamente en la presión arterial”, advierte el médico otorrinolaringólogo Gabriel Molina. Y agrega que el ruido provoca daños irreversibles en el oído, como la hipoacusia o sordera. También puede adelantar la presbiacusia, que es la pérdida progresiva de la audición propia de las edades avanzadas.

“He atendido muchos casos. La gente se estresa, se incomoda, además de que su tímpano va perdiendo sensibilidad”, asegura el especialista preocupado por el estilo de vida escandaloso de las generaciones más jóvenes, esos que “escuchan música a niveles realmente peligrosos”.

Prohibición

A pesar de que la contaminación por ruido o contaminación sónica está prohibida y penalizada en la Ley General sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales (64-00) y en la Resolución 08-2003 del Ministerio de Medio Ambiente, puede percibirse su presencia en todos los municipios del país.

El procurador especializado en la materia, Andrés Chalas, dice que se manifiesta a diario en: colmadones, en competencias de equipos automovilísticos de sonido, en construcciones inmobiliarias, en plantas eléctricas de emergencia, en fiestas familiares y en otros encuentros propios de la cultura nacional. Las fiscalías reciben cientos de denuncias por semana.

Según el marco jurídico nacional, en horario diurno el ruido es ilegal si su intensidad pasa de los 65 decibeles (decibel es la unidad internacional de medición del sonido), y en el nocturno cuando pasa de los 55. Los fiscales y agentes de la Policía miden los niveles de sonido con un decibelímetro.

“El ruido es causante de muchos conflictos en nuestra sociedad. Esta Procuraduría de Medio Ambiente trata de enfrentar un problema que está muy arraigado en la cultura dominicana”, afirma el magistrado, e invita a la población a bailar, cantar, correr y celebrar respetando el derecho a la tranquilidad que asiste a todas las personas por igual.

En su artículo 114, la ley 64-00 dice que “el Ministerio de Medio Ambiente, en coordinación con los ayuntamientos, regulará la emisión de ruidos y sonidos molestos o dañinos al medio ambiente y la salud, en el aire y en las zonas residenciales de las áreas urbanas y rurales, así como el uso fijo o ambulatorio de altoparlantes.

Contaminación sónica en el medio ambiente 

Ley 64-00 define la contaminación sónica como los “sonidos que por su nivel, prolongación o frecuencia afecten la salud humana, la calidad de vida de la población y el funcionamiento de los ecosistemas, sobrepasando los niveles permisibles legalmente establecidos.

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