Fiscalías, Policía y Medio Ambiente implementan políticas de combate al ruido que han devuelto la tranquilidad a muchas familias trastornadas por la bulla generada por colmadones o vecinos desconsiderados. Paralelamente debieran Estado y sector privado concebir programas educativos que fomenten la consciencia sobre el perjuicio del ruido. Tener presente que la exposición constante a la música alta con el tiempo conduce a pérdida de la audición -algo que se está haciendo común entre los jóvenes-, podría reducir nuestra afición por la música a todo volumen. Con el ruido dañamos a otros y a nosotros mismos, aunque lo consideremos fuente de felicidad. Es deplorable que hasta iglesias protestantes evangelicen ensordeciendo al mundo. l

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