Sabotaje electoral

La Junta Central Electoral fue vilmente traicionada. Las buenas intenciones de su presidente, Roberto Rosario Márquez, parte del Pleno y de la mayoría de sus empleados, recibieron en sus espaldas las peores estocadas. Un hombre con tanta sapiencia&#8230

La Junta Central Electoral fue vilmente traicionada. Las buenas intenciones de su presidente, Roberto Rosario Márquez, parte del Pleno y de la mayoría de sus empleados, recibieron en sus espaldas las peores estocadas. Un hombre con tanta sapiencia y experiencia como Rosario Márquez bajó la guardia en la recta final del proceso. “Lo peor”, olvidó que el Caballo de Troya nunca salió de la JCE y “lo más peor” que en una de las partes más vitales del proceso, “la Iglesia siempre estuvo en manos de Lutero”.

Los tontos ven las dificultades reducidas a lo que pasó a partir de la mañana del 15 de mayo. ¡Qué equivocados están! La conspiración fue eterna y tenía un claro objetivo, el sabotaje. Desde que los partidos, todos, lograron revocar la decisión de la JCE de redistribuir la asignación de diputados por demarcaciones con los datos del censo de población del 2010. Desde que una parte de los partidos trataron de imponer a la JCE la máquina de contar votos de su preferencia.

Desde que junto a fuerzas foráneas apretaron a la Junta para extender el Programa de Renovación de la Cédula. Desde que boicotearon la plataforma tecnológica para la inscripción de las alianzas y candidaturas. Desde que forzaron a la JCE para la extensión de los plazos para formalizar esos acuerdos. Desde que le doblaron el pulso a la JCE para inscribir candidaturas sin las convenciones y los procedimientos de ley, como el caso de la cuota femenina cumplida a regañadientes y con metodologías no santas. Desde que se inventaron aquello de la Ley 275-97 para el conteo manual, como única forma para el escrutinio, cuando sabían que esa no era la verdad.

En realidad, lo del 15 de mayo fue la culminación de ese plan, pues los partidos, todos, nunca apostaron a la utilidad de la tecnología para el escrutinio y ese día abrieron la puerta de la plaza, para darle la estocada mortal al toro. Aunque la sangre los salpique a todos.

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