Satanizando la informalidad criolla

Alrededor del llamado “sector informal”, para definir a los que “se la búcan”, por su cuenta y riesgo, se ha discurrido hasta la saciedad. Teorizan sociólogos explicando las mil razones que provocan el fenómeno; los economistas simplifican&#823

Alrededor del llamado “sector informal”, para definir a los que “se la búcan”, por su cuenta y riesgo, se ha discurrido hasta la saciedad. Teorizan sociólogos explicando las mil razones que provocan el fenómeno; los economistas simplifican los términos a cifras, ecuaciones y gráficas; los políticos (si del gobierno o de la oposición) asumen posiciones elásticas “asigún”. Los hacedores de políticas lo entienden como un problema y la cúpula empresarial lo atribuye a políticas de partido. Nada es ni bueno ni malo, de manera absoluta y caben mil tonalidades entre blanco y negro. Se sataniza la informalidad hasta darle carácter de pecado original, con características de insalvable círculo de fuego.
Líderes empresariales de avanzada, no lo visualizan como un simple problema con ribetes de negatividad total, sino como realidad social criolla, no exclusiva de nuestra nación y de aspectos culturales positivos aprovechables; asunto que aplica al “emprendedurismo” y al empleo, por igual. La migración haitiana, inclinada a la falta de orden, agrava esa tendencia endémica.

Chiripero, en criollo es el que trabaja en lo que aparece; que sale a “bucásela como un toro”. Chiripa, es labor casual, trabajo de ocasión, que “de poco cuarto”. En otros países es: suerte, casualidad; expresión relacionada con el juego de carambola sobre mesa de billar; cultura antigua de la región andina y con acento en la “a” final, poncho en forma de pañal, que usan los gauchos. Al crear centros generadores de empleos masivos, y basten como ejemplo: turismo y zonas francas, se desarrolla una red de suplidores de bienes y servicios, que se estiman ocupan personas en varias veces los empleos contabilizables. Estos negocios informales, a su vez demandan artículos y servicios del sector formal, dinamizando un círculo virtuoso al que el Estado ha sido tradicionalmente, con actitud de “laissez faire, laissez passer” expresión francesa que significa “dejar hacer, dejar pasar”. Es la intervención del mismo Estado, que por la complejidad de sus requerimientos y la diversidad de gestiones para “salir a lo claro” y convertirse en franco pagador de impuestos, la que debe revisarse en busca de los mecanismos que desmonten lo positivo de la informalidad. No basta la retórica del recaudador como encantador de serpientes, sino que debe resultar beneficiosa la formalidad para el que se aventura en un negocio, como para el que labora en la informalidad. El círculo de muerte de: los empleados más caros y que menos reciben; una carga creciente y multiplicada que el Código Laboral impone que lleva al empleador a “compensar” con mecanismos que no comprometan; un empleado inconforme, con baja productividad, soñando con negocio propio ante un futuro incierto y una vejez indigna o “eplotao” con el pluriempleo o vendiendo hasta ilusiones en el tiempo que no dedica al trabajo donde está en nómina.

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