El Senado destituye a Dilma Rousseff

Brasilia.- El Senado brasileño aprobó el miércoles la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, la culminación de un año de enfrentamientos que paralizaron al país más grande de Latinoamérica y puso al descubierto profundas…

Brasilia.- El Senado brasileño aprobó el miércoles la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, la culminación de un año de enfrentamientos que paralizaron al país más grande de Latinoamérica y puso al descubierto profundas brechas en la población en todos los ámbitos, desde las relaciones raciales hasta el gasto social.

Aunque se anticipaba la destitución de Rousseff, la medida fue un capítulo crucial en una colosal pugna política que está lejos de concluir. Ella fue la primera mujer en ejercer la presidencia de Brasil, con una destacada carrera que incluyó formar parte de la lucha guerrillera en la década de 1970 y ser encarcelada y torturada por la dictadura de entonces.

El año pasado fue acusada de violar las leyes fiscales para ocultar agujeros en el presupuesto federal, y argumentan que ello exacerbó la recesión, la inflación y los despidos.

“El Senado ha hallado que la presidenta de la república federal de Brasil, Dilma Vana Rousseff, cometió delitos al violar las leyes fiscales”, dijo el magistrado Ricardo Lewandowski, que presidió el juicio.

Los legisladores de oposición, que desde el principio dejaron claro que la única solución era destituirla, argumentaron que las maniobras enmascararon amplios déficits causados por el elevado gasto y que a la larga exacerbaron la recesión en un país que durante largo tiempo disfrutó de un estatus muy destacado entre las economías emergentes.

Rousseff refutó las acusaciones una y otra vez, y siempre se declaró inocente. Recordó que presidentes anteriores usaron esas mismas prácticas de contabilidad, y denunció que la iniciativa para destituirla era un golpe de Estado protagonizado por las élites adineradas molestas con las políticas populistas que ella y su Partido de los Trabajadores implementaron en los últimos 13 años.

La oposición necesitaba el voto a favor de 54 de los 81 senadores para destituirla. A fin de cuentas fueron mucho más: 61-20.

“Hoy es el día en que 61 hombres, muchos de ellos corruptos y con cargos en contra, echaron a la basura los votos de 54 millones de brasileños”, tuiteó Rousseff tras enterarse de la decisión.

La presidenta fue reelegida en 2014 con más de 54 millones de sufragios.
En una segunda votación en el Senado efectuada unos 30 minutos después, Rousseff ganó una victoria menor cuando se desechó una medida para prohibirle participar en la vida pública del país durante ocho años. La votación de 42-36 no logró obtener los 54 sufragios necesarios.

Como telón de fondo durante toda la crisis estaba la investigación sobre sobornos multimillonarios en la petrolera estatal Petrobras. Debido a esas averiguaciones, han ido a parar a la cárcel decenas de empresarios y políticos de todas las tendencias, y muchos de los legisladores que votaron contra Rousseff están envueltos en el escándalo.

Ella argumentó que muchos de sus adversarios querían sacarla de la presidencia para salvarse políticamente al interferir con la investigación de Petrobras, algo que ella se había negado a hacer.

Pero lo cierto es que muchos brasileños la consideraban responsable de la corrupción, aun cuando ella no se vio directamente implicada. Argumentaban que no había forma de que no supiera lo que estaba pasando, ya que muchas de las prácticas irregulares ocurrieron cuando su partido estaba en el poder.

La destitución de Rousseff abre muchas interrogantes que no tienen respuestas fáciles. Michel Temer, quien fue su vicepresidente y luego su enemigo, concluirá el mandato de la presidenta, que finaliza en el 2018. Fue juramentado el miércoles por la tarde.

Pero los brasileños ya han visto a Temer actuar como presidente interino, y es evidente que no les convence.

Él asumió el puesto en mayo luego de que el Senado suspendió a la mandataria. El político de 75 años de edad designó un gabinete integrado exclusivamente por hombres blancos, una decisión fuertemente criticada en un país donde más de la mitad de la población no es de esa raza. Tres de sus ministros fueron obligados a renunciar a las pocas semanas de asumir sus cargos debido a acusaciones de corrupción, que también ensombrecen a Temer y amenazan su presidencia.

Cuando él anunció la apertura de los Juegos Olímpicos el 5 de agosto, fue abucheado con tanta fuerza que se mantuvo lejos de la luz pública por el resto del evento.

Pocas brechas

Los aliados de Rousseff han prometido apelar la decisión ante la Corte Suprema. Aunque recursos judiciales anteriores no lograron frenar el proceso de impugnación, por lo menos las batallas legales mantendrán el tema en el candelero.

La decisión también deja muchas interrogantes en torno a la economía, que se espera decaiga por segundo año seguido. Temer ha prometido sacar al país de 200 millones de habitantes de su recesión al aplicar reformas que han sido tabú durante mucho tiempo, tales como recortar las pensiones públicas.

Pero en los últimos tres meses no ha podido lograr gran cosa como presidente interino, y está por verse si el Congreso estará dispuesto a trabajar con él.

Varias encuestas han mostrado que los brasileños prefieren que haya nuevas elecciones para solucionar la crisis. Sin embargo, para que ello ocurra, Temer tendría que ser retirado del puesto o renunciar, algo que evidentemente no tiene intención de hacer.

Reacciones

Venezuela y Ecuador anunciaron el miércoles el retiro de sus embajadores en protesta por la destitución de Dilma Rousseff de la presidencia de Brasil, lo que generó reacciones dispares entre los países de América Latina.

De sintonía ideológica con la ahora exmandataria, los gobiernos venezolano y ecuatoriano calificaron la salida de Rousseff de “golpe de Estado” mientras los socios de Brasil en el Mercosur, de tinte más conservador, guardaron un sugestivo silencio.

“Destituyeron a Dilma. Una apología al abuso y la traición. Retiraremos nuestro encargado de la embajada”, escribió el presidente de Ecuador, Rafael Correa, en su cuenta de Twitter poco después de que el Senado brasileño destituyera a Rousseff por 61 votos contra 20.

Correa, quien se encuadra dentro de la corriente de gobiernos de centroizquierda de la región, advirtió que “jamás cohonestaremos estas prácticas que nos recuerdan las horas más obscuras de nuestra América. Toda nuestra solidaridad con la compañera Dilma”.

Venezuela también anunció el retiro de su embajador en Brasil y resolvió “congelar las relaciones políticas y diplomáticas con el gobierno surgido de este golpe parlamentario” en referencia al sucesor de Rousseff, Michel Temer.

“Se ha ejecutado una traición histórica contra el pueblo de Brasil y un atentado contra la integridad de la mandataria más honesta en ejercicio de la presidencia en la República Federativa de Brasil”, indicó el gobierno de Nicolás Maduro en un comunicado.

También casi inmediata fue la reacción del gobierno de Raúl Castro en Cuba, que rechazó “enérgicamente el golpe de Estado parlamentario-judicial que se ha consumado” contra Rousseff, según un comunicado.

“Lo ocurrido en Brasil es otra expresión de la ofensiva del imperialismo y la oligarquía contra los gobiernos revolucionarios y progresistas de América Latina y el Caribe”, agregó.

Cuba, además, expresó “su confianza en que el pueblo brasileño defenderá las conquistas sociales alcanzadas, se opondrá con determinación a las políticas neoliberales que intenten imponerle y al despojo de sus recursos naturales”.
Llamativamente Argentina, Uruguay y Paraguay no se pronunciaron aún sobre la situación política del socio mayor del Mercosur.

Los presidentes conservadores de Argentina, Mauricio Macri, y de Paraguay, Horacio Cartes, optaron por el silencio al igual que el uruguayo Tabaré Vázquez, quien pertenece a una coalición de partidos de centro e izquierda. 

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