En mayo del 2007, el entonces presidente del Banco Mundial, el estadounidense Paul Wolfowitz, renunció al cargo por un escándalo originado en un aumento salarial fuera de las normas que dicho señor autorizó a favor de su novia.
Una situación en el fondo menos alarmante a la que hemos vivido en el país en diferentes épocas y en distintos organismos del Estado como la Cámara de Cuentas, el Congreso y la Junta Central Electoral, donde los incrementos han sido para ellos mismos.
A pesar de las diferencias hay un enorme paralelismo en todos esos casos.
Y uno se pregunta ¿por qué nadie aquí sigue el ejemplo del señor Wolfowitz?
En mayo de ese mismo año, los directivos de la primera de esas tres instituciones decidieron revocar los “incentivos salariales” que se habían aprobado a sí mismos en enero, sin que informaran entonces de su decisión al país, en una evidente demostración del poder discrecional ilimitado que la falta de institucionalidad le permite a los funcionarios públicos. La revocación, forzada por una fuerte presión de la opinión pública, no aclaró nunca si la misma tenía efectos retroactivos, es decir si los miembros de la Cámara decidieron también devolver los “incentivos” recibidos durante los primeros cuatro meses del año, en justa reparación por el hecho cometido.
A ninguno de ellos le pasó por la mente renunciar al cargo, como lo hizo el presidente del Banco Mundial, por la admisión de culpa. Pero la sociedad dominicana debería usar ese ejemplo como un modelo a copiar en nuestro país, ante la indignación provocada por la ola de aumentos similares y anteriores que han tenido lugar en otras instituciones, como el Congreso y la Junta Electoral.
Los incentivos que se han aprobado los integrantes de esas y otras instituciones son mayores e injustificados y brindan una excepcional oportunidad para dar un buen ejemplo.