Sobrevivientes relatan terror en cárcel hondureña

COMAYAGUA, Honduras. Eladio Chicas tiene todavía una mirada que refleja miedo. Estuvo a punto de morir calcinado en la granja penal de Comayagua.

Sobrevivientes relatan terror en cárcel hondureña

COMAYAGUA, Honduras (AP) — El hombre de piel curtida tiene el rostro descompuesto y una mirada que refleja miedo. No es para menos: estuvo a punto de morir calcinado o asfixiado como muchos de sus compañeros en la granja penal de Comayagua,

COMAYAGUA, Honduras. Eladio Chicas tiene todavía una mirada que refleja miedo. Estuvo a punto de morir calcinado en la granja penal de Comayagua.Con el olor a muerte rondando en la prisión, Chicas cambió su semblante y comenzó a relatar todo el terror que vivió al ver que sus compañeros morían. “Y no pude hacer nada, nada, porque todos luchamos por salvarnos”, dijo.

Esta granja penal fue diseñada para albergar a unos 250 reos que se dedican a trabajos agrícolas y a la crianza de cerdos, pero poco a poco se fue saturando hasta tener 956.

Ahora 358 están muertos, según Ricardo Ordóñez, juez ejecutor nombrado por la Corte Suprema de Justicia para investigar el incendio en la cárcel. Muchos reos murieron sin haber sido juzgados.

“Dormíamos casi uno sobre otro”, afirmó José Ramírez Rivas, quien resultó con quemaduras leves.

“Nos cubrimos como pudimos, yo mojé una toalla y me la tiré encima del cuerpo, me ayudó pero el fuego me alcanzó un poco al salir y tengo también algunas heridas”, señaló el hombre mientras mostraba su brazo cubierto con vendajes.

Los sobrevivientes contaron relatos dantescos. Muchos de ellos escalaron las paredes para abrir el techo de lámina y escapar de las llamas y otros morían quemados vivos. Numerosos internos que fallecieron quedaron pegados en los techos y los cadáveres parecían fusionados con el metal.

Los bomberos recibieron el aviso del incendio a las 10:59 de la noche pero las acciones de rescate fracasaron debido al error humano y otras condiciones que propiciaron la catástrofe en la prisión. De acuerdo con el informe, todos los días había en esa cárcel unos 800 reclusos cuando el cupo era para 500. Sólo laboraban 51 guardias en el día y apenas 12 durante la noche, que fue el caso cuando ocurrió el incendio.

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COMAYAGUA, Honduras (AP) — El hombre de piel curtida tiene el rostro descompuesto y una mirada que refleja miedo. No es para menos: estuvo a punto de morir calcinado o asfixiado como muchos de sus compañeros en la granja penal de Comayagua, donde hasta el miércoles se habían contabilizado 358 cadáveres de presos.

Dos cadáveres aparecieron frente a frente en un lavatorio, los restos totalmente ennegrecidos. Otros habían buscado refugio en un baño, y sus cuerpos estaban fundidos en una sola masa informe.

Con el olor a muerte rondando la prisión, Eladio Chicas cambió su semblante y comenzó a relatar a The Associated Press todo el terror que vivió al ver que sus compañeros morían.

«Y no pude hacer nada, nada, porque todos luchamos por salvarnos», dijo.

Chicas, de 40 años, cumple una condena de 39 años, de los cuales ya purgó 15, «por asesinato», afirmó entre dientes y en voz baja.

Con una mascarilla que le cubría parte del rostro, esposado de sus manos y con un policía que lo sujetaba de la camisa, aseguró, «afortunadamente estaba en el módulo 4, donde dormían 43 reos, pero aquí nadie murió, nos salvamos como pudimos».

La cárcel tiene 12 módulos o dormitorios; seis se quemaron.

«No sé cuánto tiempo pasó, nosotros rompimos el techo y salimos pero vimos cómo morían en el módulo de enfrente. (Los presos) querían salir, pero estaba cerrado el portón. Todos murieron, esto fue algo horrible, es una pesadilla», dijo.

Héctor Daniel Martínez pudo haber sufrido una muerte horrenda. Cuando estallaron las llamas, estaba durmiendo en una cama metálica, una entre las decenas de camas apiladas casi hasta el techo.

Vio las llamas sobre su cabeza y escuchó los alaridos de los presos. Entonces corrió hasta la única puerta de la barraca. Estaba cerrada con candado. La mayoría de los 135 presos en la barraca corrieron hacia el otro extremo, donde había un baño con agua corriente.

La mayoría tomó una decisión fatal. Martínez fue uno de los 28 que permanecieron cerca de la puerta hasta que llegó un enfermero con la llave.

«Son 107 los muertos», dice con rostro casi impasible, como si fuera imposible de creer.

Esta granja penal fue diseñada para albergar a unos 250 reos que se dedican a trabajos agrícolas y a la crianza de cerdos, pero poco a poco se fue saturando y en momento hubo hasta 956 presos.

Ahora 358 están muertos, según Ricardo Ordóñez, juez ejecutor nombrado por la Corte Suprema de Justicia para investigar el incendio en la cárcel.

Muchos reos murieron sin haber sido juzgados.

«Dormíamos casi uno sobre otro», afirmó José Ramírez Rivas, quien resultó con quemaduras leves y heridas en su brazo derecho.

«Nos cubrimos como pudimos, yo mojé una toalla y me la tiré encima del cuerpo, me ayudó pero el fuego me alcanzó un poco al salir y tengo también algunas heridas», señaló el hombre mientras mostraba su brazo cubierto con vendajes.

«No sé cuántos murieron, pero los vi pegados a las rejas tratando de salir, pero no pudieron romperlas. Allí quedaron pegados y quemados», agregó.

Muchos piensan que esta tragedia pudo evitarse, pero los bomberos no entraron pese a que aseguran haber respondido de inmediato al llamado de auxilio.

Las llamas comenzaron en el módulo 6, donde las autoridades dijeron que un recluso incendió intencionalmente su colchón, aunque se desconocen aún la causas.

Primero la guardia del reclusorio pensó que se trataba de un intento de fuga y por eso impidió durante alrededor de media hora que los bomberos ingresaran a combatir las llamas, que continuaron arrasando las literas, ropa y sábanas, pero también cegaron la vida de muchos que estaban atrapados dentro de sus celdas, cerradas con candados.

«No sé si alguien le prendió fuego o fue un accidente (porque) yo no estaba en ese módulo. Al salir, solo vi que las llamas quemaban a los hombres. Junto a los barrotes quedaron quemados algunos de los prisioneros», dijo Chicas cuando era trasladado a declarar ante un juez sobre lo ocurrido.

«Dicen que un reo se puso loco al drogarse con marihuana y le agarró feo. No sé si fue él quien le dio fuego (a la cárcel). Si fue así pues ya está muerto porque allí todos murieron», agregó.

Según Martínez, los presos en su barraca observaron impotentes cuando el guardia que tenía las llaves huyó sin abrir la puerta.

«En su pánico, dejó caer las llaves al suelo», dijo.

Un preso que trabajaba de enfermero recogió las llaves y fue de barraca en barraca abriendo puertas en medio de un calor inenarrable.

Pero para entonces era demasiado tarde para cientos de presos.

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