Sociedad de la (des)información

La llamada “sociedad de la información” está dejando ver su peor rostro. Su némesis es la sociedad de la falsedad y de la doble moral; que ahora andan desatadas. Decir sólo lo políticamente correcto sin que haya detrás una conducta…

La llamada “sociedad de la información” está dejando ver su peor rostro. Su némesis es la sociedad de la falsedad y de la doble moral; que ahora andan desatadas.

Decir sólo lo políticamente correcto sin que haya detrás una conducta acorde con tal discurso se ha convertido en la norma, y peor aún, esos discursos falsos en todos los niveles de la sociedad, ya no sólo lo hacen los políticos, sólo hay que ver “los pensamientos y aforismos” en páginas de Facebook. Se tienen recursos nunca antes vistos en las nuevas tecnologías de la comunicación.

Un vasto enjambre de aparatos y aparatitos que reproducen ad nauseam los discursos más vacuos y mentirosos. Mientras, la verdad o la información correcta van quedando relegadas en espacios cada vez más pequeños y, como siempre, resultan aburridos para quienes sólo buscan el escándalo, lo fácil o el engaño.

A fuerza de tolerar todo, terminamos aceptando todo. A fuerza de ver la farsa y la mentira repetidas una y mil veces en uno y miles de medios de transmisión de la información, terminamos por creérnosla. A fuerza de “ver todo” se termina por tolerar todo. El clásico “habla mal de alguien, que algo quedará” es más actual que nunca. Así de plástico es el cerebro.

El acceso a la información para todos se ha convertido, como si fuera un boomerang, en uno de los peores inventos para las sociedades. La saturación de la información está saturando los cerebros y ya no pueden dar forma y sentido a tal volumen de (des)información.

¿Cuál sería el antídoto, el purgante para tal nivel de indigestión? La cultura, las artes, en fin, las humanidades, como siempre ha sido. Una carrera universitaria sin bases humanísticas, es lo mismo que el dinero sin ética, que el placer sin moral. La integridad y libertad individual están en momentos muy frágiles. La creencia de que tener acceso a Internet es la libertad se ha convertido en la trampa mortal para las nuevas generaciones.

La libertad y la dignidad están en otras partes, donde siempre han estado, en el esfuerzo y trabajo continuos en formarnos en valores humanísticos; pero a fuerza de estudiar, de leer, de aprender haciendo cosas. No mediante un clic o con una pastillita mágica para el conocimiento. Eso sería vivir en la ilusión de la Matrix, no en el mundo real.

La diferencia estará en quienes usen esos aparatos con la información y vivencia culturales suficientes para entenderlos como herramientas para enriquecerse espiritualmente primero, y después vendrán o no otras riquezas. Todos esos aparatos son como el dinero, que en demasía o sin el te puede hacer la vida un tormento. l

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