La sociedad y los dirigentes

Las sociedades cambian, aunque muchas personas con vocaciones para acompañarlas no siempre  perciben esa realidad. La cuestión es que las señales de esos cambios no son fáciles de captar, y sólo cuando se convierten en tendencias muy evidentes,&#823

Las sociedades cambian, aunque muchas personas con vocaciones para acompañarlas no siempre  perciben esa realidad. La cuestión es que las señales de esos cambios no son fáciles de captar, y sólo cuando se convierten en tendencias muy evidentes, se dan cuenta de lo que está ocurriendo.

La sociedad dominicana, por ejemplo, que se considera conservadora, también cambia, lo que no sabemos es a qué velocidad, o cómo medir las expresiones de esas variaciones.

Pero cada vez vemos signos indicadores de los nuevos tiempos. El desarrollo de la tecnología, y sobre todo de las tecnologías en las comunicaciones, contribuyen eficientemente en ese proceso.

Recién acabamos de ser testigos de un caso que confirma lo que decimos. La reacción de la sociedad frente al acuerdo suscrito entre el gobierno y particulares que se apropiaron de bienes colectivos en Bahía de las Águilas mostró cómo las personas pueden motorizar actitudes conducentes a la adopción de políticas públicas convenientes al bien común.

Probablemente de muy buena fe, el sector público decidió lo que entendía como una salida para desarrollar la deprimida provincia de Pedernales, pero la población, pese a los actores políticos, defendió vibrantemente lo que entendía más justo.

Por fortuna, el principal liderazgo del país, en manos del Presidente de la República, fue suficientemente asertivo, y captó el sentimiento nacional expresado a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

Se va construyendo un punto de vista público con capacidad de influir en la agenda social, pacíficamente. Lo que no se comprende es cómo el liderazgo de la oposición, encarnado en el mayor partido, se comportó contrario a ese grito nacional. Los dos jefes de la oposición dividida apoyaron el acuerdo entre el gobierno y los particulares como la mejor salida al conflicto por las tierras de Pedernales, pese al amplio rechazo, que incluso involucró al Episcopado Dominicano.

Sería interesante que quienes tienen responsabilidades públicas estén en capacidad de vibrar al ritmo de la sociedad. Si así lo hicieran, el camino hacia el puerto añorado resultaría menos escabroso.

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