Sonia Pié

Apoca distancia de Lechería viví durante ocho años en campos de Villa Altagracia, pueblo de gentes progresistas y luchadoras que,…

Apoca distancia de Lechería viví durante ocho años en campos de Villa Altagracia, pueblo de gentes progresistas y luchadoras que, a veces, se llaman a sí mismas, de la provincia de la mierda, y conmigo se enojaban cuando los llamaba Villanos de la Altagracia, aunque en castellano, villano significa habitante de villa.

Tiene, para mi gusto, Villa Altagracia, la más bella ecología dominicana, llena de paisajes montañeses, de ríos de extraordinaria belleza y pureza, de agricultura industrial de inigualable preciosura y montes vírgenes.

También es poseedora de tradiciones que remontan sueños que sucedieron antes de convertirse en enclave azucarero. Igualmente tiene una de las más grandes proporciones de profesionales por habitantes del país, incluyendo medicina.

Desde Sabana Piedra caminábamos hasta Lechería, Batey donde nació esta primera héroe de la haitianidad dominicana. Hija de la gente que los gobiernos combatieron en trato desigual, y luego hogar de padre o madre inmigrante que trabaja y entrega a la nación hijo o hija a quien el patrón, la República Dominicana, niega nacionalidad con subterfugios contra constitucionales.

Declaro hoy, sin conocerla, que me entristece su muerte, el final de una vida dedicada a los suyos, al respeto y a la libertad, iniciada por una niña que nació en batey de ingenio, pero logró el reconocimiento que se da a un libertador, en los teatros universales de liberación.

Es Sonia Pié, la villana de la Altagracia, la Sonia Pierre universal, luchadora de los Derechos Humanos, merecedora de reconocimiento municipal, que debe traducirse en monumento perecedero de la municipalidad de su origen, una entrega justa para alma que perdió su vida en batalla inconclusa en favor de justicia para los suyos, ciudadanos dominicanos.

Uno de mis hijos, Fabio Thomás, nació en el mismo hospital donde, muerta ya, fue llevado el cadáver de Sonia. Allí, en su nacimiento, los médicos y auxiliares que atendieron a su madre durante el alumbramiento y recibieron al nuevo ser, entregaron una atención muy superior a la recibida en clínica privada de Santo Domingo durante el nacimiento de su hermano anterior, aunque ésta fue pagada por seguro médico del más alto nivel.

También esmerada fue la atención que recibimos de la gente de Villa con quienes mantuvimos relaciones de amistad que nos hizo amarla tanto que mi esposa reiteradamente me pide regresar a vivir allí. Hubiéramos querido permanecer en Sabana Piedra para siempre, pero no pudo ser.

Ahora menos, cuando otros hijos requieren de recursos de ciudad grande para desarrollarse. Sí quisiera retornar a la felicidad que nos entregó tan bella comunidad, y tener allí mi última morada. 

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