Superando el estancamiento exportador

El estancamiento exportador dominicano es indiscutible. La evidencia empírica es abrumadora. En el comportamiento de las cifras ciertamente influye el efecto que tuvo la caída que sufrieron las exportaciones de confecciones textiles a mediados de…

El estancamiento exportador dominicano es indiscutible. La evidencia empírica es abrumadora. En el comportamiento de las cifras ciertamente influye el efecto que tuvo la caída que sufrieron las exportaciones de confecciones textiles a mediados de la década pasada, desplazadas por la competencia asiática.

Sin embargo, el resto de las exportaciones no ha respondido con robustez, y ha sido el mercado haitiano el que ha impedido un drástico desplome. 

Hay causas de este pobre desempeño que son bien conocidas. Algunas de las más pregonadas por el sector empresarial son los elevados costos de la energía eléctrica y su deficiente servicio, el precio de los hidrocarburos, los pasivos laborales, el elevado precio de algunos servicios monopólicos, y el peso de algunas figuras impositivas que afectan a las pequeñas empresas. 

Algunas de ellas tienen más valor que otras, y pesan de manera muy diferenciadas entre actividades y empresas, pero todas tienen probablemente un efecto estático, es decir, su alivio tendría un efecto inmediato y único, y no generan ganancias dinámicas, que perduren en el tiempo y que contribuyan a transformar de forma  permanente las capacidades productivas.

Un factor mencionado menos por la cúpula empresarial son los elevados costos financieros y el reducido acceso al crédito. Es una de las restricciones más severas a las que se enfrenta la producción de bienes y servicios, especialmente la de pequeños y medianos negocios. Otras, como la corrupción y la discrecionalidad del poder público, así como el pobre funcionamiento de las instituciones estatales (por ejemplo, para el otorgamiento de permisos, certificaciones o tramitaciones obligatorias), son más abstractas pero tienen un fuerte poder disuasorio de las inversiones y las operaciones comerciales, especialmente de aquellas más “sanas” y que están contando menos con la influencia que puedan ejercer sobre el funcionariado.

En la lista hay que incluir una menos divulgada: la escasez de personal calificado en áreas críticas que limitan el desarrollo de “líneas de producción” o la explotación de algunos mercados.

Por último, las empresas potencialmente exportadoras, que cargan con esos “pesos muertos”, se enfrentan hoy a una competencia mucho más intensa. Entre ellas, la china es la más destacada, la cual ha logrado competir en casi todas las ramas manufactureras, dejando poco espacio a empresas de otros países en desarrollo.

Es obvio que enfrentar este problema requeriría de políticas horizontales, es decir, de intervenciones que alivien esas cargas en los sectores tales como una política de formación de personal más agresiva y que reacciona con entusiasmo a las demandas, una política monetaria y financiera que reduzca el costo real del dinero, y una tributaria que en vez de poner la carga sobre los costos de producción, lo haga sobre la riqueza una vez ésta se genera.

Pero esto es todavía insuficiente. Se requieren políticas verticales, es decir específicas dirigidas a sectores particulares que ataquen los cuellos de botella que les afectan, que promuevan aprendizajes productivos y que generen efectos dinámicos. Estas políticas son criticadas porque es el Estado el que “selecciona ganadores”. Pero este no tiene por qué ser así. Los llamados “clusters” o aglomeraciones productivas de manufacturas, servicios y de bienes primarios buscan precisamente que no sea el Estado el que escoja sino que sean las actividades mismas las que se revelen como potenciales ganadoras, organizándose, demostrando sus capacidades y potencial, y haciendo propuestas concretas.

Pero asumir esta perspectiva requiere dos cosas. Primero, dar poder a esos conglomerados para definir y proponer intervenciones. Hay que tomarles en serio. Segundo, sustituir la visión tradicional de las exportaciones (“desde adentro hacia afuera”) por una más realista que reconozca que forman parte de cadenas globales de producción.  Siendo así, la pregunta no es tanto qué podemos producir y vender en el exterior sino en cuáles cadenas podemos participar ventajosamente, cómo lo podemos hacer, cuánto provecho le podemos sacar y qué tenemos que hacer. Estas preguntas no tienen respuestas generales sino específicas por sector de actividad.

Superar el estancamiento exportador requiere renovar perspectivas y forjar compromisos serios. l

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