El jueves pasado, día 25, se cumplió un mes de la suspensión en funciones, que me dicen fue prorrogada, del embajador acreditado ante un gobierno sudamericano amigo, que dispuso el retiro del lobby de la misión de un busto del patricio Juan Pablo Duarte lanzándolo entre corotos en un zaguán porque es contrario a idolatrar imágenes. Supe en fuentes de Cancillería, que el gracioso embajador tiene también el privilegio de que su esposa es tercera secretaria y un cuñado es consejero en la legación a su cargo. ¿Cómo podría calificarse eso?
¿Se enfermó?
La muy importante figura pública dizque sufrió “un yeyo” y, enferma, fue llevada urgentemente a Miami para ser tratada por médicos especialistas. Eso no tendría nada de raro, porque aquí hay muchísima gente que prefiere consultar médicos del sur de la Florida cuando se siente algo, si no fuera porque la real o supuesta dolencia se produjo justo en la antesala del conocimiento en la justicia de un caso en el que esta figura ha de ser llamada a deponer en rol importante y talvez decisorio, pero donde la arepa como que ha cambiado de color al conocerse ciertas cosas y cositas. Mejoi lo dejo de ese laigo poi ahora, como dicen poi mi campo…
Imperecedero
Para mí, será imperecedero el recuerdo de mi recién fallecida madre, María Crecencia De la Rosa (Chicha), en su permanente irreductible defensa de sus convicciones. Por eso, reitero mi gratitud a quienes se han unido a mi dolor por su partida, entre quienes cito a Chichí de Jesús, Franklin Rodríguez, Gisela Merán, Carlos Ramón Domínguez, Rafaelito Henríquez, María Josefa Güichardo, Antonio Arcelin, Máximo Díaz y Nelly Ramírez, en mi entorno a mis hermanos Willy y Vidalina, Margarita e Ignacio Pérez González (Charlier), Luz del Carmen González (Viuta), Juan Alexander Reyes, Ramón y Sonia López, Francisco Angustia y Domingo Encarnación, entre otros. Mi gratitud para siempre…
