Taberna y otros lugares (4)

Resulta evidente que Dalton acepta de la teoría lo que entiende es su sentido profundo.No su valor escolástico, sacramental. Dalton comprende que aferrarse a un marco teórico inflexible es aberrante y además entupido. Por eso se permite…

Resulta evidente que Dalton acepta de la teoría lo que entiende es su sentido profundo.

No su valor escolástico, sacramental. Dalton comprende que aferrarse a un marco teórico inflexible es aberrante y además entupido. Por eso se permite y se exige dudar en todo momento. Después de todo -y de acuerdo con Julio Cortázar-, la duda, como la exageración, “es un comienzo de invención”. Y el poeta va más lejos todavía cuando se arriesga incluso a escribir un poema “Por las dudas”:

El bello Niño / (recién expulsado de nuestras filas, pero aún bello ) / recibe un tiro en el ojo / y todos los buitres del mundo / piden permiso para entrar en la ciudad. / ¡Oh mariposa para enmudecer! / ¡Ah oficinas de la Revolución! / Lo que soy yo me compro una pistola. / En cualquier caso es innegable que -por explícita confesión- para el poeta Dalton “la asimilación crítica de la realidad / debe ir mas allá de rascarse la cabeza / y decir en cualquier idioma lo equivalente a “coño”’.

Por la misma razón, no sorprende en este contexto la existencia de un inteligente poema herético como “Ella (un jueves)”:
¿Socialismo? No está mal… / aun los más pobres / tenemos tostadores de pan, / televisores, medias francesas, / buenos zapatos, mejor olla, / ropa de moda recién pasada en París / vacaciones pagadas, refrigeradora ,/ sueños muy serios con un auto pequeño / para la próxima primavera,/ viajes nada ridículos / a la oficina del Turismo Extranjero. / Lo único malo es que todo ello es mejor / en Alemania Occidental. / No conoces los trinchadores eléctricos, / los chiclets de LSD, / el vino en polvo, / los preservativos con diseño OP. / Como poeta del proletariado / tienes derecho al ridículo, / pero no exijas / a quien con tanto amor se te desnuda / vivir de grandes tragos de moral / servida en vasos de Economía Política…

En un momento posterior -y por boca del mismo personaje- Dalton nos hace llegar otro mensaje profundo de su credo: “No tengas miedo de las palabras”. He aquí una declaración-amonestación que no debe ser tomada a la ligera. Para encontrar un motivo rector de la conducta del poeta, hay que escarbar en su pasión por la verdad.

Su compromiso histórico con la revolución y la poesía se identifica con su vocación de entrega a esta causa. ¡La verdad ante todo! “Por la verdad la muerte”. Y para llegar a la verdad hay que entenderlo todo, decirlo todo, sin hipocresía ni tapujos. La moraleja que se desprende es simple. Si en “Los jóvenes modernos” Dalton afirma que “nuestros maestros son nuestros poetas”, en “Lo moderno” escuchamos como un eco la expresión quintaesenciada de sus aspiraciones como artista y como revolucionario:
Oh momento mágico, oh poesía de hoy: / contigo es posible decirlo todo!

VI
La crisis inevitable precipita finalmente -y se resuelve- en el deslumbrante poema “Taberna” que cierra el libro. Dalton mismo ha definido esta pieza como “una especie de poema-objeto basado a su vez en una especie de encuesta sociología furtiva”.

En rigor, “Taberna”es un auténtico poema-problema (fuente de todas nuestras lágrimas), tanto por las disyuntivas que representa como por su carácter de obra abierta a una multitud de significados. De aquí deriva, por desgracia, la posibilidad de plantear tesis confusionistas o/y diversionistas, que nunca se hacen esperar. Por ejemplo, Roberto Armijo se ha permitido afirmar que los motivos y cualidades de “Taberna” “no profundizan una concepción personal del poeta, porque como hábil artesano solo trabaja estímulos y sugestiones que no participan de su impugnación o rechazo”.

El equívoco viene en parte de la propias palabras del autor que en algún momento de ingenuidad advierte que en el poema no se trabaja con un material autobiográfico, con lo que en el fondo sucede -como opina López Vallecillos- que “la palabra concluye por descubrir las ideas que se agitan en el poema”. En efecto, para ser convincente no basta afirmar -como hace Dalton- que “Taberna” es un simple “conjunto de opiniones” escuchadas y recogidas “al azar” en la famosa taberna praguense de U-Fleku (frecuentada generalmente por jóvenes checoslovacos, europeos-occidentales y latinoamericanos). Más divertida y peregrina resulta la declaración de que “entre las opiniones recogidas no hay ninguna que pueda atribuirse completamente al autor y por ello éste la presenta en el seno del poema sin ninguna jerarquización, ni frente a la verdad, ni frente a la bondad moral o política”. Es difícil determinar aquí si Dalto quiso pasarse de objetivo o quiso pasarse de purista con estas palabras. Pero también es probable que -por aquello de burla burlando- quisiera hacer pasar por bruto a más de un crítico ortodoxo.

Es necesario, por lo tanto, recalcar desde ahora que a pesar del aparente vistazo neutro de que presume el poema (observación “distanciada” de la natura in vetro), encontramos en “Taberna” la misma lúcida toma de posición que tipifica a la obra anterior y posterior. No hay nada aquí de casual ni de espontáneo, ni de enteramente recogido al azar. Por el contrario, “Taberna” es puro rigor. ¡Puro ejercicio de estilo y de conciencia! Nunca estará más tenso el poeta ni más consciente que al realizar esta operación (tabernícola), tan supuestamente desprendida de sus intereses ideológicos y tan supuestamente desapasionada. “Taberna” es por eso reflexión festiva y amarga sobre los propios motivos esenciales de la obra de Dalton y sus alrededores. Sátira genial, en verdad, plagada como nunca de humor negro que se mantiene siempre a medio camino entre la desilusión razonada y el raciocinio esperanzador. Verdadero epítome de sus concepciones, punto de arribo de una obra y de maduración total.

A la luz de estos razonamientos, resulta sorprendente la opinión de Roberto Armijo en el sentido de que “Taberna” “no da una intuición del mundo plena, sino una amplia vista borrosa y abocetada”. Cómo no comprender, sin embargo, que “Taberna” es y quiere ser precisamente eso: un rompecabezas, un modelo para armar, en el sentido cortazariano de la palabra. Es decir, la posibilidad de construir junto al lector la estatua del problema implícito (aunque con ello se corra el peligro de perturbar a las buenas conciencias que quisieran verlo todo arregladito y parejo desde el principio, de acuerdo con lo más pura ortodoxia).
Lo demás es pura pose, es pretexto, puro artificio escénico: preparación del teatro adecuado (y cual mejor que la taberna) para poder “decirlo todo”. Caso rarísímo, sin duda, constituye la obra en que un artista logra desahogarse cabalmente, expresarse a sus anchas. Esta es la impresión que se deriva del poema “Taberna”. Un poema en el que el supuesto “mínimo trato formal” de la materia cruda (como ha declarado Dalton con alevosía) le ha permitido precisamente “decirlo todo”.

Roque Dalton asegura que no hay ninguna opinión en el poema que pueda atribuírsele completamente, pero es imposible no reconocer su propio tono de voz entre los hablantes de la taberna de U-Fleku. Sumamente lucida en este sentido es la interpretación que nos brinda Italo López Vallecillos: “Cierra este libro el poema-reportaje-colage ‘Taberna’, en el que, con mano firme, Dalton traza los signos claves de su poesía. Más que la conversaciones recogidas en la taberna U Fleku de Praga, el poeta intenta darnos la visión de europeos y latinoamericanos en torno a los acontecimientos político-militares de los anos 1965 y 1966, entre Rusia y Checoslovaquia. Si ese es el pretexto, el planteo integral está desarrollado con gran altura ideológica y doctrinaria advirtiéndose a ratos el palpitar mismo de Dalton en un enfrentamiento consigo mismo”.

Imposible decir las cosas de otra manera que corresponda mejor a la realidad.
Imposible sostener desde esta perspectiva que “Taberna” es un mero “conjunto de opiniones” que “no profundizan una concepción personal del poeta”. Negar la validez de la cita anterior equivale a negar la existencia misma del planeta Dalton (algo que no soportaría la delicada constelación de poetas latinoamericanos, con su pesado fardo de estrellas caídas sin brillo, o que brillan acaso todavía en calidad de mitos, con luces de artificio que corresponden a una pirotecnia verbal ya superada por los tiempos).

Naturalmente, la prueba de fuego de todas las hipótesis -como se ha sugerido anteriormente- es la prueba del texto y, a pesar de las opiniones en contrarios, no es difícil demostrar que “Taberna” arroja el mismo balance de motivos esenciales que se ha venido comprobando y actualizando en la obra de Dalton.
La presión de la carga de erotismo -profusamente ilustrada en otras vertientes- se deja sentir ahora más rabiosa en las reiteradas alusiones al omnipresente sexo de Lucy: especie de estribillo sostenido a rajatablas en las inacabables rondas de cerveza de la taberna, el cual sirve de contrapunto a las alturas filosóficas de ciertas digresiones pedantes en la que el mismo autor incurre. Así, después de remontarse la conversación a nivel de los más altos misterios intelectuales, interviene la razón del sexo de Lucy para provocar el derrumbe, el descenso a tierra, al mundo de los vivos:

Ditirambo salivoso del asno, geometría / de medio pecho: casi solo el olvido es fuente de perfección./ Y el sosiego, esa elegía de los peores modales./ Vale mas una ronda de cerveza / una elevada voz de nostalgia / clamando por la brisa del mar, / la mención recatada de las tetas de Lucy,/ algún gesto salvaje / que borre cualquier erróneo respeto /en nuestro derrededor.l

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