Hoy día vivimos en sociedades tendentes a la desvinculación. Tristemente, hemos alimentado el individualismo, olvidando que el “Yo” sin el “Tu” no tiene razón de ser, y que nuestro proyecto de vida personal y comunitario se concreta en relación con los demás.
La tarea educativa radica en hacernos conscientes de que sin el TU no podemos crecer. Tarea revolucionaria, por marcha contracorriente. Sin dudas, esto constituye el deber ser de todo acto educativo: la formación Etica,
La escuela es un espacio privilegiado para educar en el arte de la “ciudadanía responsable”. Desde diseñar un currículum que desarrolle el pensamiento critico, hasta propiciar un entorno cálido que forme el carácter, todo se conjuga para crear el “ethos” institucional que enseña a ser una mejor persona y por tanto, un mejor ciudadano/a.
Pero la escuela no puede sola con esta tremenda responsabilidad. La familia tiene la obligación de hacer su tarea. Y lo mismo la sociedad. Obligación moral indelegable. Me pregunto: ¿Cómo podemos educar cuando la sociedad exalta contínuamente modelos sociales desviados, premiándolos con la impunidad? ¿Cómo puede un joven hacerse de un marco de referencia ético que guíe sus decisiones, cuando la ambigüedad y la cultura del “tigueraje” son sus referentes más cercanos para alcanzar lo que contemporáneamente se llama “éxito”? Difícil tarea para todos: familia, escuela y sociedad. Sólo desde unos valores compartidos podremos cambiar esta cultura, que ha pasado a ser la “maestra” por excelencia de nuestros niños y jóvenes.
Podemos seguir reflexionando en esta línea en próximas entregas. Mientras, comparto esta reflexión de Agustín Domingo Moratalla: “Los héroes que mueven a los pueblos lo hacen muy lentamente, sin proponérselo, sin grandes pretensiones revolucionarias y sin gran despliegue de medios. Tan sólo con el ejemplo de su trabajo, su esfuerzo y su silencio.” Este es el hombre y la mujer que queremos formar. Es una tarea de todos. l
