Terminó la breve paz

¡Qué día feliz el de ayer! Sin noticiofagia de ninguna índole, con las horas limpias de sangre, sin declaracionismos espectaculares, sin voceratos de ningún ministerio, sin inútiles llamados a la inexistente conciencia ciudadana, sin Vincho…

¡Qué día feliz el de ayer! Sin noticiofagia de ninguna índole, con las horas limpias de sangre, sin declaracionismos espectaculares, sin voceratos de ningún ministerio, sin inútiles llamados a la inexistente conciencia ciudadana, sin Vincho ni Euclides, sin las cajas de Miguelito ni los cajones de Hipólito, sin Leonel ridículamente disfrazado de Santicló Balaguer, sin vacuos editoriales ni columnas masturbatorias. En fin, ayer vivimos felices, como el 11 de octubre de 1492, último día de felicidad en esta parte del mundo, en vísperas de que empezaran las noticias y se jodiera la vaina.

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