El procurador Radhamés Jiménez Peña soltó la toalla, ensangrentada: “Hay que admitir que la problemática de la violencia de género e intrafamiliar tiene niveles incontrolables”. Se le debe reconocer su sinceridad. Sugiere que a fin de cuentas es un problema de la sociedad. Eso, así por así, sería simple… son tantas las implicaciones. Machismo, pero a eso hay que agregar la deuda social. Promiscuidad, a ello habría que agregar marginalidad.
Violencia, habría entonces que pensar en la falta de educación. El varón atrapado en sus miserias, la principal de ellas la ignorancia. La hembra, subyugada por los siglos bajo la condena del silencio. “Obediencia”, esa relación inaceptable de subordinación, porque sin formación, es presa de la dependencia y de las trampas del hogar…
