Tranque final

El problemático presupuesto propuesto para 2014, que mantiene un elevado déficit, que demanda US$3,500 millones más de deuda, y que sigue financiando muchas cosas indeseables, revela el tremendo tranque económico y político al que el país se enfrent

El problemático presupuesto propuesto para 2014, que mantiene un elevado déficit, que demanda US$3,500 millones más de deuda, y que sigue financiando muchas cosas indeseables, revela el tremendo tranque económico y político al que el país se enfrenta.Con el presupuesto para 2013, Danilo Medina parecía prometer un verdadero esfuerzo por mover el presupuesto, aun fuese gradualmente, en una nueva dirección, pero el de 2014 reveló la realidad. Éste, como otros, es uno secuestrado, condicionado de tal manera por una madeja de intereses, que lo llevan a ser tremendamente rígido y comprometen profundamente su capacidad para transformar la economía y la sociedad.

Son presupuestos secuestrados por al menos tres fuerzas: el clientelismo político-partidario, el sector eléctrico y un conjunto de intereses económicos empresariales beneficiarios de amplias exenciones tributarias. También lo está por un fantasma que no termina de irse: el fraude bancario que se destapó en 2003 y que obliga al fisco a pagarle al Banco Central lo que gastó para el rescate.

El impacto del clientelismo político-partidario en el presupuesto se hace más que evidente en el mantenimiento de asignaciones presupuestarias a instituciones que rinden poco o nada pero que se han convertido en trincheras de personajes y grupos políticos que exigen presupuestos como botín a cambio de apoyo político, incluso en el marco de luchas de poder al interior de los partidos, como sucede en este momento.

Uno de los más grotescos casos es el Congreso con sus conocidos “barrilito” y “cofrecito”. Es por eso que, en general, y sin menosprecio del peso de los gastos recurrentes mínimos de operación, año a año el presupuesto por instituciones se repite sin mayores cambios. Se trata de un equilibrio blindado por un pacto político que nadie ha tenido el coraje ni la voluntad de romper.

Por su parte, el sector eléctrico se traga cerca del 10% de los ingresos fiscales todos los años, a fin de sostener un precario servicio. Ese subsidio también está asociado a una cuestión de poder porque tiene que ver con un manifiesto desinterés de penalizar el fraude eléctrico, especialmente de grandes consumidores empresariales y residenciales, y por la fuerte capacidad de presión de las empresas generadoras, las cuales tienen la sartén por el mango.

El tercer elemento son las amplias exenciones tributarias que benefician a varios sectores económicos y que impiden que el Estado recaude lo que necesitaría para crear las condiciones para el desarrollo. Muchas de ellas, que cumplieron un rol en su momento, ya no rinden los mismos frutos, y sólo sirven para engrosar ganancias. Igual que los grupos políticos, sectores empresariales se atrincheran detrás de ellas y auguran hecatombes si son reducidas o eliminadas. Hasta la injustificable exención de facto del ITBIS a las compras enviadas por couriers ha generado grupos de interés.

A todo lo anterior se suman las dificultades del fisco para lograr gravar efectivamente las rentas de los más ricos, la cual sería la fuente de recaudación por excelencia, no sólo porque gravaría donde hay recursos, sino además porque permitiría bajar la carga tributaria de algunos sectores y reformar algunas odiosas figuras impositivas.

Así, en términos reales el presupuesto aumenta poco porque los que tienen poder impiden que se les grave o se les cobre; tampoco se reestructura debido a los pactos políticos que han garantizado alimento financiero a grupos políticos y adherentes; pero también porque hay que impedir que el país se apague o incumpla con el pago de sus deudas.

En ese contexto, la salida que han encontrado los gobiernos para tener algunos márgenes de maniobra es el endeudamiento, lo cual ha sido facilitado por el dinero barato disponible en el mundo. Pero esta lógica se está agotando rápidamente debido a que los pagos han crecido notablemente.

Además, como el financiamiento es también interno, y éste empezó a empujar las tasas de interés hacia arriba, la inversión se está viendo afectada, y con ello la base de la recaudación.

En suma, el juego se está trancando y ya no hay mucho más espacio para prolongar esta forma de funcionar. Para evitar una crisis en la que terminen perdiendo los más pobres, este modelo hay que romperlo por algún lado, y eso pasa por hacerle frente a esos intereses. Se buscan líderes y aliados para la causa.

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