Tránsito y muertes

El país tenía que ser escenario del foro “Pavimentando el camino hacia la seguridad vial”, auspiciado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Federación Internacional del Automóvil (FIA) y Club Automovilístico para descubrir que&#8230

El país tenía que ser escenario del foro “Pavimentando el camino hacia la seguridad vial”, auspiciado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Federación Internacional del Automóvil (FIA) y Club Automovilístico para descubrir que las muertes en accidentes de tránsito son una epidemia. Más aún, que lideramos ese penoso ranking mundial.

Quizás ahora, cuando han venido a decírnoslo la gente del BID, empecemos a darnos cuenta cómo muere la gente en las carreteras.

No es sólo el costo humano, las muertes y heridas que provocan los accidentes, con frecuencia asociados al consumo de alcohol, por descuido o por irresponsabilidad.

El impacto en las familias y en la calidad de vida de miles de personas. Hablamos de que por cada cien mil dominicanos mueren 41 cada año. Prácticamente el doble de las muertes por violencia.

El costo económico para el Estado es una brutalidad. No menos de US$700 millones en los servicios y atenciones a las víctimas.

Pese a todo ello, nadie se alarma. Ahora que un organismo internacional ha puesto el ojo sobre el país, quizás empecemos a considerarlo desde una perspectiva más seria.

El ministro Temístocles Montás sugiere como remedio para reducir la letalidad de los accidentes la aprobación de una nueva ley de tránsito. El endurecimiento de las sanciones por las violaciones a las normas en la materia podría ayudar.

Es correcto, pero lo fundamental, y también él lo plantea, es que los ciudadanos estén más conscientes de los riesgos que conlleva guiar un vehículo sin valorar los riesgos que entraña.

La comprensión del problema debe implicar también la carga de agresividad entre los conductores. Subyace una carga de violencia en proporción al tamaño del aparato que se conduce. Todo eso se complementa para generar potenciales grados de tragedia en las vías públicas.

Otra vez sobresale la imperiosa necesidad de colocar la educación en primer plano. En lo inmediato, debe aprobarse la nueva ley de tránsito como pide Montás, pero hay que insistir en trabajar la conciencia del dominicano, como en todo. l

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