El transporte de pasajeros es uno de los problemas que no terminan de solucionarse, una constante en la agenda nacional. Un servicio que empeora en la medida que crece la demanda.
Pese a todos los intentos y las múltiples instituciones que se han creado para modernizarlo, predominan los desórdenes de rutas y los reclamos insatisfechos de los usuarios. Destartalados carros de concho, autobuses en pésimas condiciones y un caos mayúsculo en las diferentes vías de la capital y las principales ciudades.
Expertos en la materia aseguran que el negocio del transporte mueve más de 120 millones de pesos al día y aunque los transportistas son más conservadores respecto a esa estimación, comoquiera que sea, es un monto respetable. Si la población tiene capacidad para pagar tanto dinero, sugiere que el servicio, bien administrado y mejor organizado, podría ser sustentable.
En el Congreso Nacional está pendiente de sanción el proyecto de Ley de Movilidad, Tránsito, Transporte Terrestre y Seguridad Vial, una iniciativa que pretende modernizar el servicio, pero ha encontrado trabas. En lo que existe consenso es en la necesidad de integrar o eliminar tantas instituciones vinculadas, como primera medida para encarar el problema.
Como siempre están de por medio los intereses, los denominados sindicalistas o empresarios de transporte que tienen sus quejas sobre el proyecto. No hay que descartar que estén en juego otros intereses mayores, que quisieran tener una parte del pastel.
Mientras, una cantidad significativa de usuarios se trasladan en unos aparatos deteriorados, no aptos para ser utilizados por seres humanos. Los mismos conductores y cobradores son víctimas de la situación.
Ya es hora de aunar voluntades por un transporte que devuelva la dignidad a los pasajeros dominicanos y a quienes nos visitan. Un cambio en un servicio clave, acorde a estos tiempos. l
