Tres mujeres: mundos diferentes con un delito común

Maritza Tenazoa es una de las 36 extranjeras que están recluidas en la cárcel de Najayo-Mujeres.

Maritza Tenazoa es una de las 36 extranjeras que están recluidas en la cárcel de Najayo-Mujeres. Al relatar las circunstancias en que violó la Ley 50-88, sobre drogas y sustancias controladas, esta  peruana de 34 años resalta que solo buscaba un trabajo para mantener a sus cinco hijos.

Pero más que la historia de una madre soltera que luchaba día a día por mantener sus crías, esta mujer sufrió en carne propia las consecuencias de la falta de Educación. Desde pequeña escuchaba decir: “ustedes, mujeres no van a estudiar porque van a mandar cartas al novio”. De su familia solo algunos de sus siete hermanos se educaron.

“A mis niños les faltaban zapatos, útiles escolares, les faltaba de todo, los compañeritos se burlaban  del niño, tenía que pagar la casa, yo vivo en Tocache, un sitio que duras un día y medio para llegar a la capital. Me levantaba a las tres de la mañana, tenía que caminar al cerro para trabajar”, relató Tenazoa a elCaribe. 

Casi deletreando las palabras, la sudamericana contó que les dijo a sus niñas que no iban a ser como ella, que tenían que estudiar, “porque la mejor herencia que les puedo dar es la educación”, tras terminar la frase reveló que su hija mayor, de 16 años, salió embarazada en el colegio.

Tras el nuevo escenario salió de su casa en busca de trabajo. Cuenta que llegó a una agencia de empleos y un hombre  preguntó que si alguien quería trabajar en su casa. “Le dije que sí, luego me montó en un carro, me llevó por un sitio y como no sabía leer, cuando me preguntaron en qué parte era, no supe qué decir, llegué a este lugar y yo no sabía nada”. La historia continúa cuando el extranjero la dejó en un hotel donde permaneció por algunos cinco días, luego la sacó a la calle para hacerle fotos para el pasaporte, y ese sábado en la noche llevó la droga al hotel. “Me la tragué y no recuerdo cuántas bolsas, él dijo que tenía que hacer eso porque el gasto estaba hecho”. Aquel hombre que nunca identificó dijo que le iba a pagar dos mil dólares, y que si caía presa la iba a representar.

Reportes de la Dirección Nacional de Control de Drogas, dan cuenta de que expulsó al menos 76 cápsulas de narcóticos. Tras llegar al país y ser apresada en el Aeropuerto Internacional de las Américas, la hoy condenada a seis años, ha realizado múltiples cursos y ha recibido 23 diplomas. Con pesar dice que tiene más de dos años que no sabe nada de sus hijos. En tres años y tres meses que lleva en el penal ha aprendido a valorar todo, a escribir y a leer.
Al término de la entrevista exhortó a las mujeres a valorar la vida y la familia. 

Era más de lo acordado

A Maritza le hace compañía Natividad Sánchez Vicioso, una española de 32 años de edad que vino a República Dominicana para llevar droga a su país. Asegura que el mundo de las drogas es como una secta donde terminas  muerta o presa, y que nada es lo que parece.

Cargaba 15 kilos de cocaína en una maleta y fue condenada a  igual número de años, pero la corte le rebajó cinco años al recurrir en apelación. “Solo quería más dinero y conocí unos tipos que me lo ofrecieron. Y mira cómo estoy, ellos están tranquilos en un resort y yo aquí jodida”, dice la interna. En forma dinámica y hasta despreocupada indicó que viene de una familia humilde y tuvo que trabajar para comer. “Esto es todo una farsa, una mentira, ellos dicen que va a salir todo bien, que todo está baqueado (listo), que vas a ganar dinero, pero al final todo es mentira”, dice, y la rabia se le nota en el rostro enrojecido. Cambia el tono y cuenta que cuando la requisaron en el aeropuerto, resultó tan sorprendida como las autoridades, no por la droga, sino por la cantidad.

“Cuando me enteré que eran 15 kilos, yo dije tierra trágame. Allá por un kilo te dan 6 mil euros o 8 mil euros y a mí por 15 kilos que tenía que llevar me iban a dar 8 mil euros”. Natividad recuerda cada detalle, desde el momento en que le entregaron la maleta con la droga en el aeropuerto.

“Estaba sola en la terminal, la gente estaba montándose en el avión, ya yo estaba nerviosa, la chica que requisaba tomó la maleta y por el peso ya sabía que algo raro había, la cogió, la puso encima de una mesa y con una cuchilla empezó a rajarla, porque estaba cerrada, y me preguntó por la llave y le dije que no la tenía y que no sabía dónde estaba”, al final encontraron la droga. Ya en la cárcel, la joven tiene un espíritu alegre y un buen sentido del humor, se integró al grupo de teatro del penal, que según dijo, sale a hacer presentaciones. “Es duro estar en un país ajeno, sin nadie”, indica tras recordar esos momentos.

“Solo quiero irme a mi ciudad”

Carla Jennings, de 50 años, reconoce que era adicta a las drogas y accedió a traer 960 gramos adheridos a su cuerpo. Tiene cinco años sin ver a su hija que ya cumple los 23 y solo desea irse a su país. Explicó que fue su suplidor quien la convenció para hacer ese trabajo y le pagarían 10 mil dólares. Un tribunal de Santiago le impuso una condena de 10 años de prisión, de los cuales cumplirá siete en julio. A kilómetros de distancia sufrió la muerte de su madre, en 2008, y tiene que vivir con el desprecio de su hermana que no le dirige la palabra.

La norteamericana solo ansía que la deporten para estar en su país. Su desesperación aumenta cada día, más aún cuando su abogado, que es defensor público, le dice que es imposible que salga en libertad condicional.  

Pensar
El mundo de las drogas es parecido a una secta sales preso o muerto”, dice la española Natividad Sánchez Vicioso, de 32 años.

Educación
Uno dice a veces que porque es pobre lo hace, pero también, a veces, el rico tiene y quiere más”, puntualizó la peruana Maritza Tenazoa.

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