Trinchera. Víctor Mañaná. 23-08-11

Un domingo especial
El pasado domingo fue especial para quien esto escribe. Me fui a pasar el día con un viejo amigo, afectado por un derrame cerebral y reducido a la soledad de su frágil vivienda de madera y cartón, a orillas de aquel camino que en V

Un domingo especial

El pasado domingo fue especial para quien esto escribe. Me fui a pasar el día con un viejo amigo, afectado por un derrame cerebral y reducido a la soledad de su frágil vivienda de madera y cartón, a orillas de aquel camino que en Villa Altagracia conocemos como la 30 de Marzo arriba, Sabana Mina o zona del cuasi muerto río Isabela.

Allí fui a convivir un día con Rafael Arias de la Cruz, conocido en los predios del otrora fogoso y combativo Frente Estudiantil Flavio Suero en las escuelas de entonces, como Cacú. Conmigo, José Antonio Gerónimo y Roberto Emiliano Navarro, sentados allí, en las sillas plásticas que completaron los vecinos para rememorar tiempos pasados.

Aquellas jornadas estudiantiles en donde el sentido de exponer la vida era como juego a cambio de esperanzas y sueños de mejor patria. Eran tiempos distintos, eran de solidaridad militante, de lucha compartida y riesgos propios de quienes dejamos familias y placeres juveniles para adentrarnos por calles, callejones y lomas detrás del sueño de la libertad y un socialismo que se quedó en el camino…

CUANDO CAEN LOS VALORES

En aquel conversatorio con Cacú, fue notoria la coincidencia en que los valores han caído, han dejado el paso a los que buscan riquezas y como diria la canción aquella con el verso de José Martí, repartirse el país a dentelladas es la meta de los que hoy abogan en una política que distinto al ayer, se postra ante el dinero, la vileza de lo fácil y el afán de lucro dizque a cambio de una militancia que más bien es una carrera de negocios.

Quienes nos entregamos en cuerpo y alma por una causa ahora en desuso, poco a poco hemos sido relegados, olvidados, menospreciados y a veces utilizados por quienes se han adueñado de los instrumentos del Estado no para cambiar el estado de pobreza de quienes malviven marginados de los derechos elementales que nos depara una sociedad justa, sino también de lo que tiene que ser un nuevo orden donde los méritos y privilegios sean solo para unos cuantos, que más que forjadores de ideas y de ejemplos de dignidad y porfía, se han erigido en los verdugos de aquellos sueños por los que luchó Cacú y que hoy como caía débil y cansada aquella gota de agua desde el zinc de la casucha, extingue el hálito de vida que aún previve y que sembró esperanzas abonadas con sacrificios sin paga ni espera de reconocimientos públicos.
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