Es afrenta presumida, lo admito, pero prefiero que mi columna de hoy sea En un tris… en vez de Top secret, en homenaje sincero, reverente y muy personal a Gregorio García Castro (Goyito), de quien sostengo me descubrió para el periodismo, tornándose en mi mentor siendo yo un mozalbete con aspiraciones de estudiar arquitectura, en ocasión del 40 aniversario –que se cumple hoy- de su alevoso y vil asesinato, y como demostración permanente de mi recuerdo y gratitud…
Así era Goyito
Goyito era periodista de los pies hasta la cabeza y 24/7/365. Casi vivía en la redacción de Ultima Hora, entonces en la mezannine del edificio verde y gris de la calle 19 de Marzo con Salomé Ureña, en la Zona Colonial. Era un fiel exponente del pluriempleo ¡y lo ejercía!: jefe de redacción y uno de los columnistas principales del periódico, escribía un comentario para un programa meridiano de tv, el editorial y un comentario para un noticiero radial, reportajes y artículos para Renovación, la revista de Julio César Martínez, y no desperdiciaba ocasión para redactar análisis sobre la situación política y reportajes de actualidad, entre otras ocupaciones. También, era un híbrido conservador-liberal-humanista, pero sobre todo, le gustaba y se entregaba a lo que hacía, con plena conciencia de la responsabilidad social del periodista, planteando su criterio de que el periodismo tenía un nombre inadecuado. Era de los comunicadores que más producían y ganaban para la época, pero no sentía amor por el dinero, cediendo fácilmente al pedido de cualquier necesitado, incluyendo familiares, relacionados y camaradas de izquierdistas presos y/o perseguidos en aquellos tiempos de dura represión y respuesta del “establishment”. Sin embargo, tres piltrafas humanas (testificó Tatica) ejecutaron la orden de matarlo, comenzando la noche de un día como hoy, hace 40 años, tan solo dizque porque “ya está escribiendo muchas vainas”. Que todas las maldiciones sean con ellos y con los que montaron la trama.