¿Una justicia en mora?

El presidente de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) cumplió ayer los rigores del Día del Poder Judicial, y su discurso estuvo muy marcado por los mismos problemas que también abordó en 2013: las limitaciones económicas con que se desenvuelve…

El presidente de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) cumplió ayer los rigores del Día del Poder Judicial, y su discurso estuvo muy marcado por los mismos problemas que también abordó en 2013: las limitaciones económicas con que se desenvuelve este poder del Estado. Pese a reconocer que esa situación limita el cumplimiento de las obligaciones, y con ello, las posibilidades de avanzar con eficiencia y productividad en los proyectos programados, presentó un informe de resultados sobre la base de una práctica y una cultura de manejarse estrictamente con lo mínimo.

El magistrado Mariano Germán Mejía asume el reto como una prueba y proclama que los insuficientes fondos que recibe el Poder Judicial no lo van a amilanar. Pero la realidad es que al margen de su confianza en que él y el equipo de funcionarios y jueces que lo acompañan “saldrán victoriosos” en su misión de dirigir el aparato judicial, los recursos son fundamentales.

 Su resignación es comprensible, pero la realidad es brutal. Ya a término de su discurso, versión resumida, proclama: “Para una justicia en las condiciones que hemos descrito, se necesitan más jueces, más tribunales, así como más empleados capacitados, más edificaciones y más tecnología… Y si la justicia no cuenta con los recursos presupuestarios necesarios, esto no será posible”. En esas condiciones, la justicia no podrá “ofrecer a quienes le sirven la satisfacción del deber cumplido y la felicidad de haber contribuido a que otro se sienta satisfecho en su máxima aspiración: encontrar en la tierra lo que Dios ofrece en el cielo: igualdad y justicia para todos”.

Sabemos muy bien que el Presupuesto de 2013 y el que regirá este año fueron elaborados en el marco de la austeridad, pero si la República aspira a fortalecer sus instituciones vitales, como la justicia, y establecerla como el instrumento para implantar la cultura de la paz entre sus ciudadanos, debe administrarse con los recursos esenciales para cumplir con su misión. No puede ser mendigando o “haciendo de tripas corazón”.

Con razón la honesta confesión de que la justicia está en mora. Y así no puede ser garante de paz ni seguridad.

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