Una mirada al mensaje de los sacerdotes

La Iglesia católica ha vuelto a ser noticia. Y esta vez con su mensaje del Sermón de las Siete Palabras pronunciadas el Viernes Santo, con fuertes críticas al comportamiento de la clase política, a propósito del proceso electoral.

La Iglesia católica ha vuelto a ser noticia. Y esta vez con su mensaje del Sermón de las Siete Palabras pronunciadas el Viernes Santo, con fuertes críticas al comportamiento de la clase política, a propósito del proceso electoral.La ocasión fue aprovechada por los sacerdotes para pedir un voto de castigo a los candidatos que usan la política para obtener beneficios particulares. Dijeron, inclusive, que la sociedad y comunidad cristiana deberían escandalizarse ante la corrupción que se expresa en el mal uso de los recursos del Estado, e invitaron a denunciar todo lo que atente contra la moral.

Pero bien, intentemos mirar este mensaje desde otro ángulo, sin desvirtuar su contenido primario, porque no es esa mi intención. El reclamo de la Iglesia ha sido el mismo que hemos enarbolado los que sentimos un amor profundo por nuestra patria; por la tierra donde nacimos, vivimos y quisiéramos morir.

Ciertamente, es un mensaje que encierra verdades insoslayables, que alude la conducta de muchos políticos y hasta servidores públicos que deciden apartarse de los lineamientos del partido al que pertenecen. Pero, ¿por qué dirigirlo hacia el ala negativa de la consabida realidad política, social y moral que nos afecta? ¿Por qué la inclinación, expresada como una constante entre ciertos sectores, de resaltar las particularidades de un todo que al final de cuentas no es absolutamente malo?

¿Se hace una noble contribución a la solución de nuestros males, llamando al castigo y no a una reflexión concienzuda que permita ver cualidades y actitudes que marcan diferencia en este mar de calamidades que de nuestros políticos ha enumerado la Iglesia? Pienso que no. Esa realidad, cuestionada en este mensaje, hace urgir la necesidad de escuchar palabras de aliento, donde se advierta la parte positiva que el afán por destacar lo negativo no permite ver de nuestra clase política.

En lugar de oír de nuestros sacerdotes que no creen que la respuesta deba ser el perdón, sino el castigo, hubiese preferido un mensaje enfocado en motivar al pueblo a fijarse en los valores de cada candidato en el venidero encuentro con las urnas.

Más fructífero pudo ser ese llamado, si hubiera señalado cuáles son esas virtudes que hacen grandes a los hombres y mujeres, y por consiguiente a los políticos. Hablo de educar mediante un mensaje que tiene altas dosis de credibilidad, por ser elaborado y difundido por la Iglesia católica.

Referir lo bueno surtirá siempre un efecto positivo. El sí es más fuerte que el no. Son muchas las cosas que funcionan bien, por lo que vale la pena difundirlas y así motivamos un cambio distinto de visión.

Soy consciente de que resulta más fácil decir que hacer, pero es necesario impulsar una transformación en el modo de ver la realidad que nos circunda.
Es cuestión de perspectiva. Cambiar la forma de llevar el mensaje, sin obviar el sentido crítico; promoviendo cuáles son los resultados que espera la sociedad. Motivar a la esperanza, al entusiasmo, porque después de todo nada es tan malo que no tenga algo de bueno y viceversa. Entonces ¿por qué inclinarnos por lo malo?

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