Una pandemia

Sólo cuando ocurren grandes tragedias a consecuencia de accidentes de tránsito reaccionamos conmocionados, acicateados por el presentimiento de que cualquiera puede ser una víctima más de la imprudencia o de la inobservancia de las normas de tránsito

Sólo cuando ocurren grandes tragedias a consecuencia de accidentes de tránsito reaccionamos conmocionados, acicateados por el presentimiento de que cualquiera puede ser una víctima más de la imprudencia o de la inobservancia de las normas de tránsito.

Los muertos y heridos de Sánchez y otros puntos del país nos convocan a un lugar común que nos obliga a mirar hacia atrás, lo que viene ocurriendo, y hacia delante, lo que habrá de ocurrir en un país donde no se respeta nada, empezando por los mismos ciudadanos que reclaman seguridad y orden.
El pasado domingo otras personas también fallecieron en accidentes: dieciocho más.

Se descubre, de acuerdo al reporte de la AMET, que el impacto fatal fue provocado por el conductor de la patana, al realizar un rebase temerario.

La gente debe saber que el domingo es peligroso. El consumo de alcohol contribuye a ello. Desde el 2014 el domingo se ha convertido en el día con mayor cantidad de víctimas mortales en accidentes, con una media de 455 personas cada año. En ese año el total de fallecidos por accidentes de este género fue de 1,855. Más muertos por accidentes que por la violencia criminal.
Esa cifra concuerda con el dato de que República Dominicana es el país de los 182 pertenecientes a las Naciones Unidas con más muertes de tránsito por cada 100 mil habitantes, con una tasa de 41.7 fallecimientos, según lo consigna la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su informe más reciente.

En 2015 los accidentes de tránsito mantuvieron la misma tendencia. Y en lo que va de año todo indica que no será diferente. Ya son 801 los fallecidos.

Pensar que sólo en un fin de semana murieron 35 personas por accidentes de tránsito es horroroso.

El costo humano es desgarrador, y el costo económico escandaloso. El gobierno gasta cada año más de 50 mil millones de pesos en atenciones médicas a los accidentados, según datos del Servicio Nacional de Salud.

Pensemos en quienes quedan lesionados y discapacitados a causa de los accidentes. Todo esto es un absurdo, una brutalidad. Una pandemia que no se acepta como tal.

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