Una situación excepcional

Esta es la situación: Ernesto es un hombre de 52 años de edad y lleva 12 años trabajando en la última empresa que le dio empleo; gana unos RD$22,000 pesos mensuales, tiene tres hijos que viven en la casa con él y su mujer, dos de ellos de 19…

Esta es la situación: Ernesto es un hombre de 52 años de edad y lleva 12 años trabajando en la última empresa que le dio empleo; gana unos RD$22,000 pesos mensuales, tiene tres hijos que viven en la casa con él y su mujer, dos de ellos de 19 y 23 años, y que con sacrificio terminaron el bachillerato, y a pesar de las diligencias, ambos están sin trabajo. La única entrada a la casa es el salario de Ernesto, y, claro, los pequeños préstamos que busca para completar cada mes. Es el perro detrás del propio rabo.

El sindicato de trabajadores de la empresa en que trabaja Ernesto, se mantiene alerta orientando a la membresía para que la empresa cumpla las obligaciones legales puestas a su cargo por el Código de Trabajo, y en los últimos meses, también los orienta sobre las intenciones de modificar ese Código, para que se opongan a variación alguna que pueda restringir sus derechos. Loable.

Esa es una cara de la moneda. La otra: Frente a la empresa, usted alcanza a ver jóvenes, muchos jóvenes con los currículos en las manos esperando a ver si lo reciben y obtienen un empleo. Si eso es triste, peor es verlos más tarde marcharse sin esperanza alguna. Es una imagen común sobre todo en las industrias.

¿Cómo conjugar ambas situaciones: la necesidad de empleo de estos aspirantes y que la empresa no los vea como una carga? Pero, y esta es la cuestión nodal: ¿Realmente las empresas emplearían más personas si las condiciones legales laborales fueran menos gravosas? Aventuro una respuesta. Criterios de eficiencia y competitividad hacen que las empresas maximicen el uso de los recursos y, dejémonos de eufemismos, en la ecuación de costos, de alguna manera, la mano de obra entra, por tanto, en condiciones menos gravosas las empresas ocuparían más manos de obra y los emprendedores no la verían como un problema, y aquí entra el Código de Trabajo: o lo modificamos, o creamos leyes especiales para personal de nuevo ingreso. La formación dual entre Infotep y las empresas es un ejemplo que pudiéramos generalizar.

Hay que entender la gravedad de la situación; ahora hay más desocupados, que los que tienen empleo asalariado, y de estos, el 80% son jóvenes. La secuela de esta situación es de frustración y de alta peligrosidad: jóvenes que no pueden hacer la transición a la vida adulta independiente, jóvenes que no pueden poner en práctica lo mucho o poco que consiguieron preparándose, que no tienen ingreso alguno; y en casos, jóvenes que se descarrían hacia la delincuencia. “¿Merece la pena dejar sin empleo a más por la protección de menos?” ¿Qué se puede hacer? ¿Esperar por la efectividad de medidas tendentes al crecimiento económico o que transformen la estructura productiva del país? Son buenas, pero a largo plazo; ¿Y mientras, ahora, qué hacemos?
Necesitamos medidas de corto plazo y dentro de estas, insisto, un factor a considerar son las inflexibles condiciones que establece el Código de Trabajo, sobre ingreso, retiro y movilidad de los trabajadores. ¿Podemos hacer una modificación a varias velocidades? ¿De manera temporal?

Para nada entra en discusión el necesario aumento del salario mínimo en estos momentos. Estoy diciendo que el Código de Trabajo, aunque “bueno”, no garantiza la “equidad intergeneracional” al dificultar el ingreso de nuevos trabajadores al sector formal”. (“Relación entre juventud y empleo en la República Dominicana”, Intec. 2014; tomado de una reseña periodística).

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