Los partidos políticos están llamados a desempeñar un efectivo papel en el mantenimiento y fortalecimiento del sistema democrático, situación que se ha visto amenazada por la falta de voluntad civilista de parte de algunos liderazgos que lo conforman.
La actualidad política es un propicio momento para un enjuiciamiento profundo de esta realidad por la que atraviesan nuestras principales organizaciones partidarias, afectadas por ocasionales crisis internas que solo llevan trastorno a su desempeño.
Consecuencia de tal situación es el cada vez más encendido encono que amenaza con proyectarse a gran parte de la ciudadanía ajena al interés mezquino del quehacer político partidario.
De ahí, la diatriba y el verbo subido de tono con que frecuentemente suelen dirimir sus diferencias proselitistas los dos principales partidos que actualmente se disputan el poder.
Se hace necesaria y urgente una reflexión del gran liderazgo político nacional en procura de eliminar, o por lo menos propiciar la moderación de sus pronunciamientos y actuación dentro de las actividades proselitistas que desarrollan actualmente con motivo de las elecciones generales del próximo 20 de mayo.
Ya se siente un gran hastío y cansancio en gran parte de la población por los enfrentamientos verbales subidos de tono que caracterizan la actividad política nacional.
Por ello, resulta oportuno el estado de alerta que acaba de lanzar el Colegio Dominicano de Psicólogos con la advertencia de que la agresividad que exhiben en sus discursos los candidatos y la alta dirigencia de los partidos políticos afectan el estado de ánimo de la población, exacerbando así la violencia social.
Urge, pues, un pronto retorno a la tranquilidad y sosiego de la ciudadanía, para lo cual se requiere que bajen de tono los desaforados y encendidos debates que suelen escenificarse principalmente entre dirigentes y simpatizantes de los dos principales partidos políticos que se disputan el poder.
