El valor de la tolerancia

Desde siempre la intolerancia ha existido. El esfuerzo, que también desde siempre, han hecho hombres y mujeres para limitarla ha dado sus resultados. Pero es casi imposible que este mal se deje doblar el pulso. Se da en todos los ámbitos de la sociedad.

Desde siempre la intolerancia ha existido. El esfuerzo, que también desde siempre, han hecho hombres y mujeres para limitarla ha dado sus resultados. Pero es casi imposible que este mal se deje doblar el pulso. Se da en todos los ámbitos de la sociedad. En la familia, en los centros de trabajos, en las escuelas y universidades, en los partidos políticos, en fin en todos los espacios donde conviven los seres humanos, y a veces hasta en la vida animal, la intolerancia hace de las suyas. La mejor forma de saber si una persona, o grupos relacionados es intolerante es manifestando alguna diferencia de conciencia, religión, política o culto. Ahí de inmediato surgen los problemas. He conocido experiencias, incluso propia, de colectivos que manifiestan su admiración en el ámbito social o profesional hacia una persona, pero con sólo tener diferencia de criterios sobre un hecho particular, se sueltan los miles demonios. Así, hay quienes no perdonan que tu mantenga una posición propia, si contraviene sus “valores, ideas o forma de ver las cosas”. Siempre que trato este tema debo recordar al querido, y ya fallecido, sacerdote Gerardo Rogmans, un hombre de fuertes convicciones religiosas que fue capaz de trabajar en la región Sur por más de 30 años, rodeado de una juventud fogosa con la que vivía confrontando sus ideas y nunca dio visos de intoleracia. Más bien siempre abogaba por el respeto a las ideas y siempre parecía estar dispuesto a asumir la convicción de “permitir que 100 flores florezcan y que cien escuelas de pensamiento compitan”. Traigo esto a colación porque recientemente fijé mi posición en torno a un grave y bochornoso incidente ocurrido en el municipio de Tamayo en el que resultó con heridas graves en su cara y su cuello una jovencita y que consternó a la población. Yo abogué para que actúe la justicia. También fijé posición en tono a la Sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, relativas a los requisitos para obtener la nacionalidad dominicana y estoy de acuerdo con esta decisión. En ambos casos, amigos y amigas de toda una vida, han asumido estas posiciones con la mayor muestra de intolerancia posible, como si estar en lo correcto dependerá siempre de si tú estás de acuerdo con ellos. ¡Y así no puede ser! 

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