“Penamos que si hacemos el castigo lo suficientemente fuerte, la gente trampeará menos. Pero no hay evidencia de que ese enfoque funcione. Mejor idea es preguntarse cómo podemos ayudar a la gente a mantenerse honesta”, dice Dan Ariely, quien ha investigado sobre honestidad y deshonestidad.
Plantea que la honestidad es un estado mental, por lo que hay que promoverla permanentemente. “Pequeños recordatorios de los estándares éticos pueden ser muy poderosos”, afirma. Es un razonamiento justo a la medida de la realidad criolla. Tenemos debilidades para aplicar la ley y promover una sociedad de orden, pero incide nuestra general falta de apego a principios cívicos y éticos. Necesitamos crecer y creer en valores, honestamente.