Venezuela preocupa a los dominicanos, a los latinoamericanos en general, y obviamente, a todos los pueblos que aman la paz. Acaba de pasar por un proceso electoral muy precipitado como consecuencia del fallecimiento del presidente Hugo Chávez. El resultado todos lo conocemos. Aunque previsible, el elemento inesperado fue la alta votación que alcanzó el opositor Henrique Capriles, lo que ha sido el foco de atención. Y es comprensible que sus seguidores y él mismo entiendan que el triunfo se les ha ido de las manos, pero de acuerdo con el Consejo Nacional Electoral, el ganador ha sido el presidente Nicolás Maduro, aunque por estrecho margen.
Capriles protestó los resultados y pidió una revisión que fue desestimada. Su respuesta ha sido convocar a las protestas. Ayer murieron siete venezolanos y 61 han resultado heridos. Afortunadamente, ha suspendido una manifestación para hoy, que el gobierno había advertido que reprimiría.
Las elecciones son las convenciones democráticas para renovar el gobierno. Se establecen las reglas, y de acuerdo con las mismas, gana quien obtiene la mayoría. Es el resultado de las urnas, legitimado por el Consejo Electoral. Los dominicanos hemos vivido procesos parecidos, lo mismo que la mayoría de países de la región. En Venezuela hay un ganador proclamado oficialmente, quien recibió su certificado de elección. Es además el presidente encargado. Está clarísimo que los hechos se han consumado.
Varios países como Brasil, Argentina, Chile, Ecuador y República Dominicana han felicitado al presidente electo. Estados Unidos ha optado por presionar una revisión de los resultados que sólo serviría para estimular las tensiones. De hecho, está cuestionando la proclamación de un ganador. Otros países observan con cautela.
La oposición venezolana ha avanzado extraordinariamente en este proceso. Es una fuerza importante. Representa prácticamente la mitad del electorado. El gobierno de Maduro debe reconocer esa realidad y propiciar un diálogo. Es lo prudente. Es también una oportunidad para la reconciliación.
El otro camino es la violencia, que no conviene a nadie. Venezuela seguirá, y necesariamente, las circunstancias cambiarán. Entonces, las cosas pudieran ser más claras, para bien de todos.
