El verdadero Hemingway

Decía, en mi última entrega sobre el tema, que “debe quedar claro, sin embargo, que el retrato de Hemingway  provisto por  la ideología no es del todo falso. Se trata de una media verdad y una media mentira.

Decía, en mi última entrega sobre el tema, que “debe quedar claro, sin embargo, que el retrato de Hemingway  provisto por  la ideología no es del todo falso. Se trata de una media verdad y una media mentira. Más que un juego de palabras, se quiere aquí responder a una pregunta difícil. ¿Cuál es el verdadero Hemingway?”. ¿El Hemingway triste o el Hemingway alegre? ¿El apocalíptico o el integrado?

Hay que decir de inmediato que, como tantos otros personajes, Hemingway puede ser integralmente comprendido sólo teniendo presente a aquel personaje mitológico del panteón romano llamado Jano Bifronte (el mismo de donde proviene el nombre del primer mes del año en nuestro calendario, el calendario gregoriano: January en inglés, Janvier en francés, Gennaio en italiano, Enero en cervantino).

Jano tenía dos caras, una para mirar el pasado y otra para mirar al futuro. Lo de la doble cara remite a su vez a la ambigüedad del ser humano. Sombra y luz a la vez, en el mejor de los casos. Por eso no es nada sorprendente que, al decir de Kenneth Rexreth, Hemingway “asista a la corrida de toros y luego escriba novelas sobre la hermandad del ser humano”.

Es más, de la ambigüedad de su persona y de su arte se desprenden a primera vista dos lecciones diferentes. Hemingway oscila entre ideología y subversión, tratando de dar respuestas a problemas diferentes, pero cae en la trampa de la indecisión. Quizás, el mayor conflicto de su arte y de su persona residan en sus titubeos y repliegues, incluso muchas veces en el abandono de valores que parecían irrenunciables, de posiciones ideales ya aparentemente adquiridas, aparentemente interiorizadas.

Sus novelas clave, en la gradualidad cronológica de su publicación, contienen la historia del desarrollo de sus ideas, de sus ideas y contradicciones.

Algo ha sucedido desde “Fiesta” a “Un adios a las armas” y “Por quién doblan las campanas”, desde “Tener y no tener” hasta “El viejo y el mar”. Algo terrible ha sucedido en ese horrible libro de chismes de su decadencia titulado “París era una fiesta”.

Hay un hilo conductor que permite seguir a través de estas obras sus desplazamientos, sus cambios de óptica y de estilo, la radicalización, el enfebrecimiento de su pensamiento, de su visión del mundo.

El mito Hemingway, precisamente en cuanto mito, no deja casi lugar al verdadero Hemingway, y se necesita por lo tanto, como ya se ha sugerido, superar la leyenda del superhombre para lograr entender al escritor.

El público, el lector promedio, no conoce verdaderamente la idea compleja que del mundo tenía este narrador: su naturaleza íntima. Es necesario entonces proponer, como auspiciaba Agostino Lombardo, una clave de lectura que permita al lector comprender los problemas fundamentales de la obra y de la biografía existencial de Hemingway. Sólo de esta manera obtendremos un retrato integral de cuerpo y alma. Sólo de esta manera (disipando la niebla plurienvolvente del mito) se puede tocar la cuerda más sensible de su arte y de su personalidad histórica.

Un gran escollo, de naturaleza ideológica, con el cual se tropieza de inmediato al hablar de Hemingway, es el famoso código, the gentleman’s agreement, pacto de caballeros o como se lo quiera llamar.

La mayor parte de los críticos, cuando se aprestan a estudiar su obra, se ocupan en primer lugar de definir este código (si acaso alguno lo ha logrado), y proponen en consecuencia, explícitamente o no, una lectura total de la obra en esta clave.

Aquí –es necesario decirlo- estamos frente a otra bomba de humo. El famoso (tal vez  demasiado) código de Hemingway, puede ser importante todo lo que se quiera, pero no explica su obra. Incluso oculta el riesgo de no arrojar luz sobre lo que  verdaderamente cuenta, y oscurece las partes de deberían ser más claras.

Es francamente absurdo, si no estúpido, pensar en el código como una suerte de llave mágica que abre todos los secretos. No niego que sea útil para ayudar a entender las actitudes y sicología de ciertos personajes, pero el código es usado por muchos críticos como una fórmula unilateral infalible como el papa, como receta universal buena y válida para todas las ocasiones, y en cuanto tal está condenada al fracaso.

Si se quiere entender la obra de Hemingway hay que ir más al fondo. Una investigación literaria no puede limitarse a considerar al autor de una obra sólo desde el punto de vista de su adhesión a una regla fija, que además, no es tan típica o no sólo típica de Hemingway y de  los personajes de Hemingway.

A la luz de famoso código, aun no negando su validez dentro de ciertos límites, se compromete muchas veces la investigación literaria en su totalidad, se banaliza incluso el estudio del tejido dramático de la obra.

El personaje
Sus novelas clave, en la gradualidad cronológica de su publicación, contienen la historia del desarrollo de sus ideas y contradicciones.

Enigma
El famoso (tal vez  demasiado) código de Hemingway, puede ser importante todo lo que se quiera, pero no explica su obra”.

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