De viajes, ruinas y lecturas

Lo dijo san Agustín: “El mundo es un libro y aquellos que no viajan solo leen una página”. Para muchos, y me incluyo, viajar es la mejor inversión. Conocer otras culturas no tiene precio, cada una tiene su encanto, su olor, su sabor, y ninguna&#823

Lo dijo san Agustín: “El mundo es un libro y aquellos que no viajan solo leen una página”. Para muchos, y me incluyo, viajar es la mejor inversión. Conocer otras culturas no tiene precio, cada una tiene su encanto, su olor, su sabor, y ninguna es superior o inferior a otra, sí distinta.

Al viajar se enriquece nuestro espíritu, nuestra mente se amplía, disminuyen nuestros prejuicios, nos deleitamos con las maravillas que Dios creó, apreciamos mejor nuestro país… Viajar también nos hace comprender que somos parte de un mundo hermoso, dinámico, colorido, con más luces que sombras.

Cuando visito otras naciones, acostumbro reflexionar en algún lugar emblemático, como una catedral, un museo… Hace días estaba en Atenas y medité contemplando la Acrópolis. En esos instantes sentí que mi barba crecía y que caminaba vestido con una túnica por las empedradas calles, filosofando y hablando de justicia.

Entré al túnel del tiempo y reviví la esencia del pensamiento occidental y casi universal. Desenterré la gloria atrapada debajo del mármol. Respiraba sabiduría y arte. Allí escribí.

“Todo es efímero, aun lo majestuoso, solo el cumplimento del deber perdura, como un tatuaje en el corazón. En medio de estas columnas olímpicas, concluyo que en la simpleza radica la paz, que debemos amar lo cotidiano, sin dejar de respetar lo que nos formó y tiene interés para la humanidad.

Me llega a la memoria Silvio Rodríguez, cuando canta: ¡Qué se puede querer si todo es horizonte! El que respira motivado por lo material nunca se saciará. Sus bolsillos tienen profundos huecos. Anhelar en exceso lo que se compra y se vende nos convierte en infelices, a diferencia de tener altos y nobles ideales y luchar por hacerlos realidad. Ambos elementos son incompatibles.

Disfrutemos las ruinas que llenaron de gloria la historia de los hijos de Dios. Eso sí, como personas evitemos ser ruinas deslumbrantes, pero sin utilidad. Es preferible ser un pequeño ladrillo que funcione para sostener un puente, aunque pasemos desapercibidos.

Las ruinas tienen una importancia relativa. Frente a la Acrópolis hoy recuerdo a mi monumento a los Héroes de la Restauración de Santiago, al igual que la pequeña tarja en honor al padre Ramón Dubert colocada en una de las calles de la Ciudad Corazón. Y me impresiona todo por igual, o, quién sabe. El valor de las cosas es el que le damos, no el que tiene etiquetado o el que la fama pretende otorgarle”.

Al finalizar mis apuntes me prometí que pronto haría otros. Viajar refresca el alma y el cuerpo. Y termino con una frase inspirada en el santo de Hipona: “Cuando viajo es como si leo y cuando leo es como si viajo”.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas