Vivencias

La joven estaba alarmada. Había retornado de su primer fin de semana en su pasantía como médico y lo que vivió en esos 15 días era de espanto.

Vivencias

La joven estaba alarmada. Había retornado de su primer fin de semana en su pasantía como médico y lo que vivió en esos 15 días era de espanto.

La joven estaba alarmada. Había retornado de su primer fin de semana en su pasantía como médico y lo que vivió en esos 15 días era de espanto.Había terminado su carrera de medicina en una prestigiosa universidad privada y por sus padres “estar privando en buenos” la conminaron a hacer su pasantía en un centro médico en la frontera.

Le llamó mucho la atención el trato de las autoridades de Salud Pública que le asignaron con tanta rapidez esa clínica rural, cuando con frecuencia no había plaza disponible.

La mandaron a El Manguito, una comunidad enclavada en la sierra, lugar que se imaginaba no podría existir.

Aunque nació en un barrio de clase media, el ascenso político y económico de sus padres la llevó al centro de la ciudad, al polígono central, estando aún en el vientre de su madre.

Dos mundos

Todo empezó desde que llegó a un punto donde el vehículo no podía seguir y el alcalde pedáneo la esperaba con un “mulo aparejado”. Nunca había montado un animal y la travesía fue para caerse muerta.

Tres horas a lomo de mulo fueron suficientes para amanecer con fiebre y dolores en todo el cuerpo.

En la clínica rural había baño, pero no había agua. Había una planta eléctrica, pero no tenía combustible.

Agua del río para tomar, lámparas de kerosene para alumbrar y una escuelita destartalada para enseñar. Ni hablar de otros servicios “vitales” para una chica de su edad y condición social.

Hubo momentos tan desesperantes en aquellos primeros 15 días de su pasantía que pensó que estaba fuera de República Dominicana.

Y como no usó aviones, ni barcos para llegar al lugar, naturalmente creía que estaba en Haití.

Por eso, tan pronto llegó a su casa, le dijo a sus padres “todos seremos dominicanos, pero vivimos en dos países muy distintos”.

Posted in Sin categoría

La joven estaba alarmada. Había retornado de su primer fin de semana en su pasantía como médico y lo que vivió en esos 15 días era de espanto.Había terminado su carrera de medicina en una prestigiosa universidad privada y por sus padres “estar privando en buenos” la conminaron a hacer su pasantía en un centro  médico en la frontera.

Le llamó mucho la atención el trato de las autoridades  de Salud Pública que le asignaron con tanta rapidez esa clínica rural, cuando con frecuencia no había plaza disponible.

La mandaron a El Manguito, una comunidad enclavada en la sierra, lugar que se imaginaba no podría existir.

Aunque nació en un barrio de clase media, el ascenso político y económico de sus padres la llevó al centro de la ciudad, al polígono central, estando aún en el vientre de su madre.

Dos mundos

Todo empezó desde que llegó a un punto donde el vehículo no podía seguir y el alcalde pedáneo la esperaba con un “mulo aparejado”. Nunca había montado un animal y la travesía fue para caerse muerta.

Tres horas a lomo de mulo fueron suficientes para amanecer con fiebre y dolores en todo el cuerpo.

En la clínica rural había baño, pero no había agua. Había una planta eléctrica, pero no tenía combustible.

Agua del río para tomar, lámparas de kerosene para alumbrar y una escuelita destartalada para enseñar. Ni hablar de otros servicios “vitales” para una chica de su edad y condición social.

Hubo momentos tan desesperantes en aquellos primeros 15 días de su pasantía que pensó que estaba fuera de República Dominicana.

Y como no usó aviones, ni barcos para llegar al lugar, naturalmente creía que estaba en Haití.

Por eso, tan pronto llegó a su casa, le dijo a sus padres  “todos seremos dominicanos, pero vivimos en dos países muy distintos”.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas