Vivir para comer

El icónico personaje Miss Piggy, en tono cínico, dijo una vez: «Nunca comas más de lo que puedas levantar». Y la frase, aunque…

El icónico personaje Miss Piggy, en tono cínico, dijo una vez: «Nunca comas más de lo que puedas levantar». Y la frase, aunque cómica, alude la triste dependencia de muchas mujeres que no comen para vivir, sino que viven para comer y para sentirse… ¿Felices?. Según una encuesta nacional realizada en Estados Unidos por investigadores del Departamento de Psiquiatría de la Harvard Medical School, del Biological Psychiatry Laboratory y del McLean Hospital sobre los hábitos alimenticios, el trastorno por atracón (o comer descontroladamente), es el más común en esa nación: se estima que 3% de la población lo padece, por encima de la anorexia (con un 0,6%) y la bulimia (con un 1%).

Peor aún: de acuerdo a la investigación, se estima que este fenómeno creciente podría estar afectando entre un 1% y un 2% de la población mundial.
A diferencia de los ocasionales impulsos de glotonería, a los que todos hemos sucumbido alguna vez, quienes padecen el trastorno por atracón son incapaces de controlar todo lo que se llevan a la boca. Lo devoran todo con avidez y rápido. Y sus episodios de ingesta de comida en cantidades industriales son cada vez más frecuentes.

Según los analistas, este es un mal endémico de las sociedades desarrolladas, cuyos hábitos y formas de vida están produciendo formas alocadas de relación con la comida. Pero también los especialistas en la conducta creen que el impulso de comer frenéticamente es, sobre todo, síntoma visible de dificultades más profundas a nivel psicológico y emocional. «El atracón es una conducta compulsiva y adictiva, un modo de reducir la angustia y encubrir las emociones», explica la psicóloga Cristina Llagostera, autora de Relacionarse mejor con la comida. Muchas de estas emociones están vinculadas con la insatisfacción de las mujeres con su imagen y sus necesidades afectivas.

Y al igual que en la anorexia y la bulimia nerviosa, el también conocido como binge-eating afecta doblemente a las mujeres en comparación con los hombres. También, hay evidencias de sobra que prueban que comer descontroladamente incide negativamente sobre la salud. Un estudio de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, demostró que al comer en exceso se almacenan calorías innecesarias en forma de grasa (lo que induce a la obesidad), la que impide que el flujo sanguíneo irrigue bien las zonas del cerebro responsables del aprendizaje.

¿Eres una candidata de este trastorno alimenticio? Analiza las conductas y hábitos que podrían incidir en que comas más de la cuenta para saciar otras necesidades.

1. Comida confort
¿Tienes un mal día en el trabajo y como recompensa te «automedicas» comida? Es un hecho que las emociones negativas activan el hambre. Y, en consecuencia, comemos para sentirnos mejor. El ciclo vicioso empieza cuando pasas por un momento estresante y tus niveles de serotonina (un neurotransmisor relacionado con el placer) disminuyen. Según las investigaciones, los niveles bajos de serotonina hacen que tu cerebro busque recompensa y envíe una orden a tu cuerpo pidiéndole que consuma carbohidratos, los cuales contienen el aminoácido triptófano que ayuda a equilibrar tus emociones. El peligro está en que los niveles bajos de serotonina (en reiteradas ocasiones) pueden afectar tu capacidad de detectar cuándo ya estás satisfecha, haciéndote propensa a comer más, aún cuando ya tienes el estómago lleno.

Según una investigación de la revista médica Physiology & Behavior cuando una mujer busca algún alimento para sentirse bien, generalmente se le antojan chocolates. Por eso los expertos recomiendan que cuando aparezca la inquietud de probar algo dulce, asumas conductas que sean incompatibles con el acto de comer: huir en dirección opuesta a las máquinas de snacks, realizar llamadas, escribir tus emociones y navegar por internet, que se ha comprobado reduce el estrés, mejora una serie de habilidades y ayuda a conseguir un equilibrio entre trabajo y vida personal.

¿Un truco rápido? Prueba la goma de mascar. Según un estudio realizado por el Departamento de Psicología Clínica del Instituto de Investigación Psicomática de Madrid, en España, masticar chicles puede mejorar y calmar los estados de ansiedad transitorios, incluso los que inducen a comer de más. La explicación es que el efecto de chupar actúa como un calmante natural: algo parecido a lo que les ocurre a los niños con el chupete.

2. Dietas rígidas y problemas con el espejo
El hábito de atracarse es una conducta compulsiva que, a menudo, aparece cuando falla una dieta estricta para adelgazar. La restricción excesiva da paso al descontrol, porque mientras más rígido es un plan, mayor es la tentación del atracón. Y después de comer en exceso viene el sentimiento de culpa. Según Matthew Gallito, profesor de Psicología de la Universidad de Ámsterdam, muchas dietas eliminan las fuentes de glucosa, que es la energía que necesitamos para mantener la fuerza de voluntad, la capacidad de negociación o el autocontrol para no caer en la tentación. Es por ello por lo que muchas veces fracasamos en nuestro intento de hacer régimen.

¿Cuáles alimentos incluyen la glucosa? Las proteínas magras y los carbohidratos complejos: el arroz, la pasta (mejor si son en su versión integral), las legumbres, el pollo, el pavo o el pescado. También, las mujeres que se obsesionan con la imagen tienen una autoestima baja o débil y salen al»exterior» a buscar solución a su problema, persiguiendo una imagen ideal a la que parecerse para compensar así la falta de seguridad en sí mismas, porque buscan ser aceptadas. Pero lejos de encontrar soluciones, tropiezan con una infinidad de trabas, porque las exigencias son cada vez mayores (la talla dos de hace unos años es ahora la cero) y nunca es suficiente lo que se consiga.

«El atracón es la solución que encuentran las personas para evadir su descontento y vacío interior», dice la psicóloga Cristina Llagostera. Pero recuerda que: quererte es el primer paso para sentirte a gusto con lo que eres y la forma de lograr la autorrealización.

3. Almorzar en el escritorio
El afamado desk dining o desktop dining (comer en el escritorio) es la tendencia de almorzar y trabajar frente a la computadora simultáneamente. Ysegún las encuestas, este hábito ya es toda una cultura: actualmente cerca de la mitad de los oficinistas estadounidenses no toma la hora del almuerzo (o la usa para otros fines) e ingiere algún alimento a la carrera, generalmente frente a la computadora.

¿Las consecuencias? El hábito de alternar bocados con trabajo delante a una pantalla te aísla en una especie de limbo, que no permite que «registres» lo que te llevas a la boca, por estar concentrada en una labor mecánica como teclear, revisar cifras o enviar e-mails. En pocas palabras, la memoria no graba ni la acción de comer, ni tus sentidos disfrutan los alimentos a plenitud. Y como no haces del momento un acto consciente, puedes llegar a comer cantidades industriales sin apenas advertirlo, lo que incide negativamente en tu salud y tu figura. Y es muy probable que en pocas horas tu cerebro te repita que tiene hambre. 

4. Comer frente al televisor
Según la Asociación Americana de Cardiología, el consumo frecuente de comida rápida y el hábito de permanecer sentado durante horas frente a la televisión aumenta las posibilidades de subir de peso y unos niveles anormales de glucosa en la sangre. Tanto la obesidad como la hiperglucemia son dos factores que inciden en el riesgo de sufrir cardiopatías o diabetes tipo 2, por lo que, según los investigadores, existe una estrecha relación entre estas enfermedades crónicas y un estilo de vida marcado por la falta de ejercicio y el exceso de grasas.

De hecho, se ha comprobado que pasar 20 horas semanales delante de la televisión (alrededor de tres horas diarias) incrementa en un 65% el riesgo de obesidad y algo menos el de diabetes tipo 2. Pero, ¿cómo puede engordarte un inofensivo aparato eléctrico? Además de que te distrae y no te permite prestar atención a los sabores ni a las cantidades que ingieres, la televisión te añade kilos de forma indirecta: porque fomenta el consumo de alimentos calóricos, algo que no sucede con otras actividades sedentarias como leer o escribir.

5. Saltarse comidas
Comer frecuentemente (unas cinco veces al días, al menos cada 3 ó 4 horas) porciones pequeñas equilibra los niveles de glucosa en la sangre (lo que evita los ataques de hambre repentinos) y hace que el cuerpo tenga un metabolismo más rápido y queme más calorías. Disminuye los carbohidratos de absorción rápida (azúcares refinados, frutas muy dulces y leche sin descremar) que elevan el índice glucémico en la sangre (lo que fomenta el cúmulo de grasas y la predisposición a desarrollar dolencias cardiovasculares y diabetes). Elige los de absorción lenta (arroz y pasta en sus versiones integrales, verduras y legumbres) que son ricos en fibra y prolongan el efecto saciante y evitan los atracones.

6. Comer rápido
Convierte el momento de la comida en un acto consciente y placentero. Come en compañía, deja descansar el tenedor entre bocado y bocado y traga lo que tienes en la boca antes de llenarla de nuevo. Ensaya tomándote una sopa bien caliente (no podrás ingerirla aprisa). «Comer pausadamente te permite experimentar la textura, el sabor y el olor de los alimentos, y eso te ayuda a relajarte»,dice Edward Abramson, autor de Body Intelligence (Inteligencia corporal). Y cuando te relajas, masticas y saboreas los alimentos te sacias con mayor rapidez.

7. Usar platos grandes
Destierra los platos grandes y sustitúyelos por otros más pequeños y hondos que den la ilusión de que estás comiendo de más. Procura que sean de porcelana en vez de cristal: un estudio publicado en el International Journal of Obesity descubrió que las mujeres comían 71% más si se servían en contenedores transparentes, que si lo hacían en platos a través de los cuales no podían ver.

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