La religiosidad popular en RD

El encuentro de las culturas europea y africana en América trajo una particular expresión socio-cultural manifestada en la religiosidad popular que se ha mantenido hasta hoy. Investigadores culturales no incluyen los ritos taínos en l

La religiosidad popular en RD

Las manifestaciones de la religiosidad popular en la República Dominicana son tan variadas como las raíces culturales de nuestro país.

El encuentro de las culturas europea y africana en América trajo una particular expresión socio-cultural manifestada en la religiosidad popular que se ha mantenido hasta hoy. Investigadores culturales no incluyen los ritos taínos en la llamada religiosidad popular porque, como dice el antropólogo Carlos Andújar, las de los taínos eran religiones ancestrales cuyos cultos principales eran dedicados a elementos de la naturaleza, a los que atribuían poderes divinos o con alma como las cuevas, manantiales, árboles y el Sol.Esa mezcla de elementos católicos con africanos es una manera de expresar la religiosidad popular por medio de la música, la comida, las bebidas en los distintos rituales. “La Iglesia no lo asume, no lo acepta, en su totalidad, pero tiene que respetarlo o convivir con ellos porque ¿qué pasa?: tú los sacas a ellos, la Iglesia se queda vacía. La gente en los barrios organiza romerías el 21 de enero, pero si no le permite llevar ron y comida, no va nadie”, cuenta Andújar.

Los esclavos eran católicos de día y practicaban sus rituales ancestrales de noche, muchos de los cuales persisten hasta nuestros días. Con el asentamiento de los negros en la parte oeste de la isla se desarrolló el vuduísmo que luego asimilaron los negros del lado dominicano. La doctrina católica nunca pudo implementarse en su totalidad en los esclavos africanos porque ellos y sus descendientes jamás dejaron de practicar sus costumbres.

La religiosidad popular nunca se detuvo y fue desarrollándose a la par del catolicismo, dándose lo que muchos llaman el sincretismo religioso. Fue tal el auge de las expresiones mágico-religiosas que los obispos latinoamericanos reunidos por primera vez en Medellín, Colombia, y luego en Puebla, decidieron analizar el fenómeno y reconocer su valor.

El sacerdote José Luis Hernández cree que uno de los principales retos de la Iglesia católica es acompañar a los que practican la doctrina del catolicismo y los que expresan su fe de una manera distinta como el caso de los devotos de los santos.

La cultura de la fe en la religiosidad popular

Con el advenimiento de la cultura europea a América nació una cosmovisión social que se ha mantenido a lo largo de 520 años que se expresa con paralelismo entre las tradiciones católicas ortodoxas y la religiosidad popular.

Esa forma de profesión de fe y expresión cultural distinta y al mismo tiempo sincrética en algunos aspectos, no han logrado imponerse una a la otra y coexisten por la fortaleza de sus adeptos y su continua práctica a través del tiempo.

El antropólogo, catedrático e investigador cultural, Carlos Andújar, cuenta que desde la colonización, la Iglesia católica a través de la evangelización, impuso una forma de proceder y entender las relaciones entre Dios y el hombre, pero parte de la gente nunca asimiló la enseñanza tradicional. 

“La Iglesia enseña la catequesis de una forma y la gente la asimila de otra. La asimilación se debe a las múltiples herencias culturales que tiene la región americana como las europeas, asiáticas, amerindia, todo mezclado, produce un mestizaje que también se expresó en la espiritualidad”.

Esa mezcla de elementos católicos con africanos es una manera de expresar la religiosidad popular por medio de la música, la comida, las bebidas en los distintos rituales. “La Iglesia no los asume, no los acepta, en su totalidad, pero tiene que respetarlos o convivir con ellos porque que pasa, tú los sacas a ellos, la Iglesia se queda vacía. La gente en los barrios organiza romerías el 21 de enero, pero si no les permite llevar ron y comida, no va nadie”, cuenta Andújar.

Los taínos

Investigadores dominicanos coinciden en afirmar que a la llegada de los españoles a la isla se encontraron con prácticas mágico-religiosas por parte de los taínos como el culto a los cemíes y el ritual de la Cohoba, pero que eso no se puede confundir con religiosidad popular.

Carlos Andújar afirma que eran religiones ancestrales animistas porque el culto principal era a elementos de la naturaleza a los que atribuían pode divino o con alma como las cuevas, manantiales, piedras, árboles, el sol y la luna.

Todavía hoy muchos ancianos rezan por las “ánimas del purgatorio”, que de acuerdo con los católicos es un estado transitorio de purificación del alma en el que las personas que en vida no fueron muy pecadoras se purifican para poder llegar a la morada eterna.

Las religiones tienen categorías y se clasifican en sentido general en naturales, positivas, primitivas, particulares, politeístas, monoteístas, universales, tradicionales, teístas y chamánicas.

Teresa María Guerrero Núñez, investigadora cultural con una maestría en Comunicación y Cultura, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), explica que la herencia africana es el producto de una mezcla de muchas tribus como la del reino Mantú, Laomé y otras que se correlacionaron cuando los esclavos fueron traídos por los españoles luego de ser capturados por los portugueses.

“Los españoles entendían que era mejor traer los esclavos de diferentes sitios de África para que no se pudieran comunicar, pero no pudieron evitarlo, aunque hablaban lenguas diferentes y tenían culturas distintas. Trataron de dominar culturalmente a los aborígenes y a los africanos con la religión, pero no se le dio”.

A los esclavos los obligaban a venerar imágenes católicas, lo que originó el ocultamiento del vudú, porque los africanos  se resistían a abandonar sus ritos y lo practicaban a escondidas. Eran católicos de día y vuduista de noche.

El sacerdote José Luis Hernández, cree que uno de los grandes retos de los pastores católicos es aprovechar los espacios del paganismo para llevar la evangelización, sin desconocer el derecho que tiene la gente a expresarse.

Pone de ejemplo la celebración de San Miguel Arcángel para los católicos el 29 de septiembre, y para los vuduistas, Belié Belcán, uno de los luases más apreciados. Son los mismos, pero las celebraciones son distintas. Una misma ceremonia, como la misa, puede servir para venerar a San Miguel y a Belié Belcán, aunque la Iglesia solo convoque para lo primero.

“En la celebración de San Miguel, ahí hay de todo. Entran(a la iglesia) las prostitutas con su paño y su tabaco, a uno le choca y le da como cosa eso, pero si uno lo rechaza ellos van a buscar otro lugar y ¿qué puede hacer la Iglesia con eso? ¿Cierra la iglesia?… Lo van a hacer afuera, en la plaza y es mejor celebrar cuatro o cinco misas que se hacen ese día ahí, algunos se llevan el mensaje cristiano”, afirma el padre Hernández.

Entre San Miguel y el luá Belié Belcán

Algunos sacerdotes de la Iglesia católica, como José Luis Hernández, párroco de San Elías, consideran que hay que aprovechar la oportunidad como hizo Jesús con Zaqueo, el cobrador de impuestos, que el propio Cristo fue a su casa, en contra de las críticas de muchos, porque era un hombre pecador, pero logró cambiar la forma de actuar y pensar de Zaqueo.

El religioso afirma que hay que llevarle el Evangelio a esas personas y decirle quien es San Miguel para los católicos y si no lo hace pierde una oportunidad porque Belié Belcán es para el africano y San Miguel para el español, pero ahora los dos andan juntos y son difíciles de separar en la mente de los creyentes de uno y del otro lado.   

     
Entiende que la Iglesia no debe vivir de espalda a esa realidad que ya es parte de la cultura de muchos dominicanos y que se expresa con diversos actos que se han venido realizando desde hace muchos años en lugares  específicos del país.

Vuduismo

“Creencias y prácticas religiosas que incluyen fetichismo, culto a las serpientes, sacrificios y empleo del trance como medio de comunicación con deidades”

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Las manifestaciones de la religiosidad popular en la República Dominicana son tan variadas como las raíces culturales de nuestro país. Lo africano, lo europeo y lo indígena se funden en un todo abarcador conformando un portal de comunicación con los espíritus ancestrales de tan variadas tradiciones culturales.

La misma expresión de la dominicanidad es un resultado de este crisol racial y cultural donde atabales, rezos, y danzas dan vida y forma a nuestro folclor, tomando cuerpo en diversas partes del país y entre distintos grupos de personas.

Las formas clásicas de la religiosidad popular son las diferentes formas de devoción vinculadas a los santuarios (sobre todo las peregrinaciones), las fiestas patronales, las procesiones, las diversas formas de culto a los santos, las bendiciones, las variadas manifestaciones de culto y de folclor religioso (que a menudo, como es sabido, constituyen hechos palpables de cultos paganos, a veces disfrazadas muy superficialmente de ingredientes cristianos).

Respecto a las formas oficiales de culto, la religiosidad popular se caracteriza sobre todo por unos gestos más intensos, de mayor implicación emotiva, de un sentido más fuerte de la fiesta; se encuentra a menudo un vínculo profundo entre la religión y los problemas concretos del grupo humano. Existe además una forma “mixta”: un modo popular de usar la religión tradicional de manera eminentemente supersticiosa y propiciatoria.

También son evidentes los límites y los riesgos de este tipo de religiosidad, que pueden sintetizarse en la tendencia a utilizar lo sagrado de manera formal y autotranquilizante, a menudo con resabios mágicos.

Según el notable folclorista dominicano, Fradique Lizardo, la cultura dominicana se basa, fundamentalmente, en la conformación de dos culturas madres: la española y la africana. La expresión africana que más sobresale en la cultura dominicana se expresa en la música de Palos o Atabales, también llamada bambulá o quiyombo. Esta tradición musical, más notable en el área de Villa Mella, usa en sus ritos religiosos y celebraciones seculares instrumentos mayormente de percusión.

Entre ellos sobresale un variado número de tambores. Estos instrumentos clasificados como membranófonos, tubulares y cilíndricos son de un solo parche o cuero, y se tocan en juegos de dos o tres.

Además se construyen de diferentes tamaños utilizando maderas blandas o fáciles de ahuecar, aunque en algunas ocasiones se usan troncos ya huecos por pájaros carpinteros o por termitas. Esta familia de instrumentos de percusión son muy semejantes a la tambora brasileña usada en ceremonias de Macumba y a la tumbadora de Cuba.

Música y bailes

Tal vez la mayor influencia del esclavo africano se observe en la música y baile. Tal influencia se origina en las danzas, que como la Calenda, se practicaban en Santo Domingo, como en otros lugares de América, desde los años iniciales de la esclavitud.

Uno de los más generalizados de todos es los palos, nombre con que se designa tanto al ritmo como a los membranófonos utilizados. Ritmos nacionales de obvia impronta africana son la Sarandunga, los congos, la jaiba, el chenche, etc. La salve, que al decir de la etnomusicóloga norteamericana Martha Davis, es la más típica de los géneros tradicionales dominicanos.

La música popular dominicana está íntimamente ligada a la cultura religiosa, y se interpreta sobre todo en las llamadas Fiesta de Santos, conocidas también, según la zona del país, como velaciones, velas o noches de vela. Otros ritmos populares son de evidente origen español, como la mangulina y el carabiné.

Una gran variedad de ritmos autóctonos constituye el patrimonio étnico de los dominicanos, como totalidad de razas. Salves, ga-gá, Convites, y todas derivaciones regionales.

Las creencias mágico-religiosas dominantes entre las capas campesinas y populares dominicanas reflejan el sincretismo cristiano-africano operado desde los tiempos de la colonia. El vudú dominicano es de obvia procedencia haitiana, pero sus rasgos y complejos se muestran degradados en Santo Domingo.

Al panteón vuoduísta criollo se han incorporado muchas divinidades o Loas nativos. El rasgo más característico del vudú dominicano es el que lo relaciona directamente con la actividad mágica. Las correspondencias entre los loa y los santos católicos son similares a las haitianas.

Entre los famosos

Declarado por la Secretaría de Estado de Cultura como “Patrimonio Cultural de la República Dominicana”, el Festival de Palos de Sainaguá, que se celebra cada año en San Cristobal durante el último fin de semana de noviembre, inició en 1973, y hoy es la más grande fiesta de palos del país. Los objetivos de este encuentro de palos, salves, gagá, sarandunga, guloya, congo, chuines, fusiones, bailes folclóricos, son: mantenimiento, defensa y promoción de valores culturales e históricos, recursos naturales e identidad criollos, difundiendo con expresiones artísticas, educativas y recreativas lo esencial del alma dominicana.

La religiosidad popular no es brujería

El animador cultural Roldán Mármol   explica que este tipo de práctica religiosa no tiene nada que ver con ritos paganos como la brujería. Expresa que es una manera distinta de practicar la fe, cuyo centro, al igual que en otras religiones, es Dios. Aquí existen los santos como mediación, a los que se le llaman  Ser, Luá o Divinidad.

Anaisa o Santa Ana,  San Miguel, La Metreslí o Dolorosa, Belié,  La Virgen de la Altagracia, Santa  Martha (La dominadora), son de las divinidades más adoradas dentro de la religión popular. “Hay personas que utilizan su capacidad de energía  para hacer el mal, pero  por lo general los practicantes de este tipo de religión claman  por su bienestar  y por  las necesidades de los demás”, dijo Roldán.

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