De autorretratos y vida

Dice Antonio López, Tomelloso 1936, que todo lo que hacemos es un autorretrato. En cada gesto, en cada obra, en cada día se nos ve lo…

Dice Antonio López, Tomelloso 1936, que todo lo que hacemos es un autorretrato. En cada gesto, en cada obra, en cada día se nos ve lo que somos, lo queramos o no. En las manifestaciones del arte el autorretrato ha sido una constante. Quizás debido a la facilidad que da el dibujarse uno mismo frente a un espejo, sin tener que poner a alguien a posar horas y horas; pero es en la pintura, y en especial en el dibujo, donde se ha hecho más visible esta forma de expresión.

Lápiz o carboncillo en manos va saliendo el autorretrato, esa arcilla de Dios en la que se moldea la propia imagen. Y es que el más sincero, o el más falso, de todos los retratos es el autorretrato.

En el autorretrato se plasman las ideas que el artista tiene sobre sí mismo, sus fantasías y la colocación de su propia imagen dentro de su sociedad.

Hay algunos artistas, como Miguel Ángel, que se autorretrata en el Juicio Final, de la Capilla Sixtina, mientras es rescatado del Infierno Eterno por San Bartolomé. Aprovechaba así Miguel Ángel su talento de pintor y sus influencias vaticanas para retratarse a sí mismo en la búsqueda de la salvación, pero de la que sólo obtiene una máscara, un pellejo, una imagen exangüe.

Existe también otro autorretrato, uno muy famoso, el más surrealista, es el retrato de alguien que no aparece en el retrato directamente, sino a través de un espejo al fondo, y en el que lo que se ve es lo que ve el retratado, es el autorretrato justificado de Diego Velázquez, es “Las meninas”.

Las artes, desde un punto de vista general, así como las religiones y las ciencias, parecen más bien desesperados intentos por imponer un sentido a nuestras vidas, tan efímeras como insensatas. Si las representaciones científicas tratan de controlar nuestra vida material sobre la Tierra, las artísticas intentan lo mismo con nuestra vida emocional, espiritual, con nuestras pretensiones sociales y de permanencia más allá del ocaso.

La fotografía, ya aceptada como una manifestación de las bellas artes, se ha impuesto entre las herramientas que utiliza el ser humano para representar su figura, su imagen en la sociedad, su vida. Los seres humanos somos aquello que de nosotros dicen nuestros retratos. Ellos van dejando nuestras fotohuellas, nuestras biografías sin textos.

Hay que volver a citar a Antonio López “Una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades.” Y si esa obra es tu vida, tu autorretrato, sabrás que se ha acabado cuando tus posibilidades de hacer las cosas que quieres se te hacen imposibles de realizar.

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