Esencia del conductor dominicano (4)

No existe conductor alguno que refleje la personalidad y psiquis del criollo, de manera más puntual y precisa, que el chofer de guaguas. Este personaje destacado de la fauna del tránsito dominicano resume en su accionar, al frente de…

No existe conductor alguno que refleje la personalidad y psiquis del criollo, de manera más puntual y precisa, que el chofer de guaguas.

Este personaje destacado de la fauna del tránsito dominicano resume en su accionar, al frente de una guagua de transporte público, privada u oficial de la Omsa, un peculiar comportamiento de temeridad y atropello, combinado con un absoluto desenfado acerca de su responsabilidad al frente de un transporte de mediana o gran capacidad y la constante práctica olímpica de la violación de la ley y de las normas de convivencia.

Hay que diferenciar entre el conductor de voladoras, que en perfecta simbiosis con el “picher”, pelea por pasajeros en fiera lucha entre artefactos, cual más desvencijados, “encaramádose” por encima de cualquier cosa para “atiborrar” de gente, el peculiar y popular transporte de rutas cortas, útil donde no existe servicio de sus hermanas mayores.

El minibús, acorazado con ruedas armado de tubos traseros, delanteros y laterales, que sirven de apoyo al agresivo conductor y a su escudero, el afanado “picher”, que además de casi cargar a los pasajeros, interrumpe el tránsito con su cuerpo para permitirle al piloto kamikaze del infinitamente multiplicado vehículo, hacer increíbles virajes y desplazamientos temerarios, casi piruetas, para “adelantarse” y captar más resignados pasajeros, muchas veces obligados a soportar los más agrios “efluvios de sobacos descuidados” en el cotidiano peregrinaje, casi siempre de pie. Parece que el irrespeto, abuso, temeridad, atropellos y disposición a la agresión, son condiciones necesarias para calificar como “chofer de guagua”.

Los minibuses interurbanos constituyen el terror de las carreteras, que armados de tubos, al igual que sus gemelas urbanas, se desplazan como la “jonder’diablo” en atropellante andar, a ritmo de estridentes toques de bocina o insistentes cambios de luces, como avisando: “o te quita o te aplato”.

Si está cerca de dos de esos artefactos de muerte en franca competencia, deténgase y déjelos alejarse para que usted no quede como frito, aplastado entre dos desaprensivos con ánimos y bríos de potentes caballos de carrera.

El conductor de las súper guaguas de vistosos colores y marcas chinas, Wi-Fi, aire acondicionado, tiene más entrenamiento formal, dado el costo millonario del enorme y colorido dinosaurio con ruedas que controla. Llevan floridos mensajes religiosos en el cristal trasero, frases que contrastan con la atropellante actitud ausente de cortesías, subsónica velocidad, irritante e innecesarios bocinazos y el ánimo de: “échate a un lao, pariguayo, que yo soy ma grande”.

“Portan” letreros de sindicatos, como banderas que los acreditan portadores de patentes de corso, colocados por encima de la ley, el orden, de Amet y todos los parapléjicos estamentos del tránsito nacional, de ausente autoridad, complaciente actitud y extraviado norte. l

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