Un reconocido periodista, defensor a ultranza de la soberanía nacional, mancillada por las botas norteamericanas entre 1916 y 1924, se ve prisionero en la Fortaleza Ozama tras darle muerte a un parroquiano en un incidente por una dama cabaretera un 24 de julio de 1925. Es así como Rafael Vidal Torres, oriundo de Santiago, conoce al brigadier Trujillo, aspirante ya a convertirse en dueño y señor de la República.
Como lo explica en el prólogo su hijo Rafael Vidal Martínez, Trujillo requirió de la pluma penetrante del prisionero para responder ataques vertidos en su contra en la prensa nacional, sobre el manejo de los recursos de la Policía Dominicana, bajo su jefatura. El futuro dictador queda tan satisfecho con el trabajo del redactor, que lo convierte en su asistente para asuntos de imagen pública.
El irrespeto a la Constitución de la República por el presidente Horacio Vásquez, prolongándose el período por el que fue electo, acercó aún más al periodista del brigadier, coincidiendo en la oposición al continuismo del gobernante. De esa manera el otrora prisionero, de estirpe jimenista, y el brigadier, de linaje horacista, abordan el carro del triunfo que terminó en una tiranía de 31 años.
El volumen de 896 páginas, recopilado por Ana Antonia Vidal, nieta del protagonista, y Piero Espinal Estévez, editor, se lee con avidez, debido a lo sorprendente de sus relatos y a la profundidad de sus escritos. Vidal se inició en el viejo diarismo literario y terminó en la modernidad que dio formación a los primeros periodistas profesionales del país.
Fue tenido como maestro por las figuras emblemáticas de Rafael Herrera, Germán Ornes y Mario Álvarez Dugan, mientras estadistas como Joaquín Balaguer y políticos de todos los partidos buscaban sus orientaciones.
Fallecido a los 98 años el 18 de mayo de 1992, Vidal Torres es un referente, cuando nuevos intentos de reforma constitucional amenazan peligrosamente al país.
