Bullumba Landestoy: la música por dentro y por fuera (1 de 3)

Tú eres Rafael Enrique Landestoy Duluc y naciste en La Romana, hace 90 años. Tu padre te nombraba Bullumba, Bullumbita, y con ese signo de identidad has existido. Eres ahora el más importante, quizá el más trascendente de los compositores dominicanos

Tú eres Rafael Enrique Landestoy Duluc y naciste en La Romana, hace 90 años. Tu padre te nombraba Bullumba, Bullumbita, y con ese signo de identidad has existido. Eres ahora el más importante, quizá el más trascendente de los compositores dominicanos vivos. Tu música ha recorrido el universo. Tocas el piano y escribiste boleros, música tropical, canciones rítmicas. Compusiste asimismo obras de formalidad mayor: temas instrumentales para piano y guitarra. En dos terceras partes de tu vida te quedaste lejos de nuestra tierra; tanto así que percibo este encuentro como un raro privilegio. Quisiera oírte hablar de ti mismo, de tu vocación y de tus sueños, de tu potencia y de tus impulsos interiores. Escucharte hoy, se me ocurre, constituye una de las alegrías más limpias que puede merecer un dominicano que ame las cosas propias y que ame la música.

Tu padre era médico, Bullumba, ¿Por qué no estudiaste medicina? ¿Qué ocurrió?
No fue mi vocación, sencillamente.

Desde temprano entendiste que tu vida estaba en los pentagramas.
Y te voy a decir una cosa. Yo fui un luchador increíble, la gente no se imagina lo que yo sufrí, porque el viejo me lo dijo desde el principio: “No te voy a comprar piano porque yo no quiero que mi hijo salga un borrachón, como todos los músicos”. En esa época los músicos tomaban mucho. Y no me lo compró; tuve que estudiar piano escondido.

¿Cuándo aceptó él finalmente tu decisión? Claro, no se podía pasar la vida rechazándote…
Bueno, sí. Cuando ya pasó el tiempo, pero los principios de mi aprendizaje para piano fueron heroicos. Porque, imagínate, yo tenía que estudiar… ¿Sabes lo que hice? Hablé con mister Edward Fender, que era el Director del Conservatorio (un alemán que Trujillo trajo al país) para pedirle permiso y después que se acabaran las clases ir a estudiar. Y eso para mí era un sacrificio inmenso.

Tú comienzas componiendo a los 20, a los 21 años. Te inicias con música simple: canciones, boleros; melodías románticas, gozosas. Es la época. Pienso que a los 20 años no se puede ser sino feliz.
¿Tú no te acuerdas de aquel bolerito que se llamaba ‘Pesar’, que decía “el dolor que has dejado en mi vida…”? Esa canción la grabó mucha gente, hasta Miltinho, un cantante brasileño.

¿Qué buscabas en la música? ¿Un destino del que jamás te alejarías, o acaso alguna ilusión repentina, frívola?
La cuestión de la composición era espontánea y misteriosa. Te voy a contar lo que pasó con ‘El Vals de Santo Domingo’. Un fenómeno musical que yo pienso que nunca ocurrió antes. Vivía entonces en un Monasterio en Puerto Rico. En esa época intenté hacerme monje, pero me lo impidió la rigurosa disciplina que exigían esos votos. No obstante, me gustó el ambiente monacal dentro del cual había una escuela. Entonces le dije al superior jerárquico, el Padre Owen: “Padre, me gustaría quedarme un tiempo aquí con ustedes. ¿Por qué no me dan un trabajito de maestro de piano para los muchachos? El Padre Owen aceptó mi propuesta, y en ese claustro habité durante siete años. De ahí que tú percibas las influencias y mis vínculos con la religión católica. En esa época entendí la seriedad de esas cosas. Hay millones de personas que no saben lo que representa la religión católica, y por eso viven así.

¿Y qué del Vals de Santo Domingo?
Bueno, oye bien. Yo me siento una tarde en un piano nuevo que habíamos comprado (me llevaron para que lo seleccionara, un piano nuevecito). Lo tenían fuera del Monasterio, aparte, donde yo daba las clases. Me siento una tarde en el instrumento (eso es inolvidable) a ver qué me salía, porque a mí muchas cosas me salieron así; me sentaba en el piano, “déjame ver qué me sale”, y me salieron ‘El Criollo’, ‘Las Carnavalescas’.

Esa tarde me ocurrió un fenómeno, dos fenómenos: el primero fue que yo puse los dedos en el tono de Fa sostenido mayor, que tú sabes que nosotros los pianistas no tocamos en ese tono porque es muy difícil. ¡Nunca lo usamos! Yo nunca había utilizado ese tono para nada. Puse mi mano… y salió, como si me lo dictaran, ‘El Vals de Santo Domingo’, sin yo hacer ni un solo esfuerzo, porque generalmente en mis composiciones trabajo con la mente buscando combinaciones armónicas. Esa obra a mí me la dictaron.

Tal vez una de las musas descendió para insuflarte esa melodía. En un estado de posesión benéfica, no maligna, por que sin duda existen esos apoderamientos bienhechores.
Pero debo decirte algo. ¿Cómo es posible que un individuo toque y un vals como el ‘Vals de Santo Domingo’, que yo considero la obra más completa que he realizado, una pieza con todos sus cambios armónicos, sus cambios rítmicos? Cuando se acaba la pieza (Bullumba da entonces un golpe en la mesa) yo oí, ¡oye bien!, que no lo juro porque no voy a jurar, pero yo escuché una voz clara que me dijo: el ‘Vals de Santo Domingo’, y ahí quedó la obra.

¿Y qué hiciste? ¿Lo grabaste, lo escribiste?
No, lo dejé aquí en la mente. Y tú has de creer que pasaron los años y no se me borró.

Un poco a lo Mozart, quien a los 14 años escuchó en la Capilla Sixtina el Miserere de Allegri; luego fue a su habitación y escribió de memoria, casi con exactitud, la partitura completa de la obra.
Es triste decirlo, pero tuve una época en la que componía y no podía escribir mis cosas, aunque después hice un esfuerzo y sí logré hacerlo. Entonces escribí toda mi música y está publicada, gracias a Dios. ¿Tú sabes quién me reprochaba que yo no hubiese escrito mi obra, porque una vez que vine de Puerto Rico, se la toqué y le gustó mucho?: el maestro Vicente Grisolía. Él me dijo: “Sí, ¿pero de qué te sirve eso, si no está escrito?”. Y ahí me calló la boca, me picó, después lo analicé y me di cuenta de que era verdad. Entonces empecé poco a poco: hacía la partitura del bolero, pero ya escribir una mazurca, por ejemplo, no era fácil.

Los figurajes son muy complicados…
Los figurajes y el balance que tú tienes que darle en una partitura de piano.

En tu primera época, la edad de los boleros, el tiempo de la felicidad, de la juventud, de los amores, del enamoramiento, no podrás negar que tus primeras canciones tienen una inclinación magnética hacia el amor, hacia la mujer, hacia la belleza; “Vidita, carita de ángel”, ‘Pesar’. ¿Hubo amores detrás de esas inspiraciones o eran abstracciones?
Eran abstracciones, y te voy a decir una cosa que los amigos me decían: “Bullumba, tantos boleros de amor que tú escribes y no te conocemos ni una novia”. ¡Oye eso!

¿Por qué? ¿Miedo al amor?
No. Yo no quería complicarme la vida porque pensaba irme al extranjero.

Pero te habrías llevado el amor como parte del equipaje.
No, no, no. Yo pensaba que si me metía en amores, me podría casar y mi viaje al extranjero se iba a frustrar y entonces yo preferí, tú sabes. Sufría porque había muchachas muy bonitas por ahí que me inspiraban canciones pero me aguanté y al fin se me dio bien, me fui para México.

¿Y por qué en México tampoco encontraste el amor?
No, ya yo no estaba en ese plan.

Platón imaginaba que el amor y la belleza en estado puro existían fuera de la realidad nuestra, en un lugar improbable que él llamaba ‘topus uranus’. De modo que, si te ibas del país, la belleza y el amor y la verdad podían descender de su refugio y seguir tus pasos hasta México o cualquier otro lugar que eligieras, sin ninguna dificultad…
No, no. Yo le cogí el sabor a la libertad. Tú sabes que estábamos en la época de Trujillo, al salir yo de aquella opresión…

¿En qué año te fuiste?
En el ‘52. Cuando llegué a México me di cuenta que había cambiado, de lo que era Santo Domingo en esa época, a una realidad distinta, mucho más libre, como era México. Y no quise volver más hasta que no pasara la forma de gobierno de nuestro país.

Y no volviste.
Y no volví, hasta 10 años después, en 1962, un año después de la muerte de Trujillo.

Pero tampoco te quedaste.
No me quedé y además cuando vine, después de la Era de Trujillo, había una conmoción política con muchos líos en la calle…

Hasta el ‘65, en los días de la Guerra Civil.
Yo estaba aquí cuando comenzó la guerra. Entonces me fui a Puerto Rico y me quedé 13 años allá. Esa fue la época en que sentí deseos de ser monje, cuando pasé unos seis meses de iniciación religiosa, muy fuertes… l
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Conversación de Pedro Delgado
Malagón con el maestro Bullumba
Landestoy, el 28 de junio del 2015.
Filmada y grabada por el equipo
de producción de Carlos Francisco
Elías en el Mesón de Bari: recinto
artístico y gastronómico de Santo
Domingo perteneciente a Cuqui
y Marisol Mejía.

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