El ping pong de la reforma

La reforma fiscal es el tema del momento. Cada quien tiene sus teorías y explicaciones, lo que es seguro es que nadie quiere que le toquen el bolsillo.

La reforma fiscal es el tema del momento. Cada quien tiene sus teorías y explicaciones, lo que es seguro es que nadie quiere que le toquen el bolsillo.Hace unos días un economista escribía que si la economía va bien, por qué la necesidad de un pacto fiscal. Decía que si el PIB crecía en un 7.1%, la inflación era de sólo 2.34%, la tasa de desempleo había bajado al 13.3% y la tasa de cambio apenas había tenido una devaluación del 3.44%, parecería que no era necesario una reforma fiscal.

Esto me hizo pensar y hacer un símil con una empresa. Esta es una empresa que tiene muchos accionistas y cada cuatro años se cambia el Consejo de Administración y por política de la empresa se asignan fondos a los accionistas que desean ser miembro del Consejo de Dirección para convencer a los demás accionistas de que la empresa irá mejor en sus manos.

Las ventas de la empresa son excelentes, su nivel de crecimiento está por encima de su competencia, genera empleos; sin embargo, nunca cumple con el presupuesto y para poder cumplir con sus compromisos requiere endeudarse. Como sus indicadores son buenos y cumple con las normas prudenciales es sujeto de crédito de los bancos y cada año necesita más préstamos para pagar nóminas, suplidores, bancos, impuestos, etc. Llegado el momento de la elección del consejo se gasta más de lo que se había asignado y la empresa sin estar quebrada tiene un déficit de caja que no le permite cumplir sus compromisos.
¿Qué debe hacer entonces? Cambiar sus estatutos, asegurarse de que no se pueda gastar más de lo previsto en cada elección del Consejo y asegurarse de que para cubrir su presupuesto, los estatutos le impidan tomar prestado más de lo presupuestado.

De esa forma cada departamento de la empresa será muy cuidadoso en el cumplimiento de su presupuesto y los accionistas no se verán en la obligación de capitalizar la empresa cada cuatro años.

Vamos ahora al caso del país. La semana pasada, cuatro excelentes economistas participaron en el almuerzo del Grupo Corripio. Germania Montás, Alfonso Abreu, Nelson Suárez y Ernesto Selmán. Todos muy capaces, con puntos de vista en algunos casos similares, en otros no como sucede cuando se discuten las soluciones económicas. No hay una receta común para una reforma fiscal.

Alfonso Abreu, con razón dice que hace algunos años, como forma de reactivar las economías, los organismos internacionales promovían presupuestos deficitarios para completarlos con préstamos. Entiende que este camino ya no es sostenible y coincide con algunos de los planteamientos de la AIRD, de que antes de la reforma fiscal debe terminarse la eléctrica. No habla de la ley de partidos, pero sí lo dice el CONEP y la AIRD, de forma que el enorme dispendio de las campañas, sin importar el partido de turno, sea limitado tanto desde el Gobierno, vía la JCE, como los aportes privados.

Ahí viene la importancia de lo tratado por Selman de la ley de responsabilidad fiscal que ponga topes al gasto.

Sobre la informalidad, algunos opinaron que los bajos salarios son la causa de este mal. Empiezo por estar de acuerdo que los salarios mínimos nuestros son muy bajos, que deben y tienen que ser revisados. Que estos no sólo mejorarían la calidad de vida sino que traerían un aumento del consumo y de los ingresos del Estado. Sin embargo, no se trató el tema del costo social, que en nuestro país, es el más alto de la región y que limita los aumentos salariales.

La reducción de la evasión es un punto neurálgico, porque no sólo es nocivo para los ingresos del Estado sino que crea una competencia desleal para el que paga.

El tema de las exenciones fiscales es recurrente, que conoce muy bien Germania Montás. Yo me preguntaría si para todas las exenciones se ha hecho un análisis de costo beneficio.

Tenemos por un lado la ley de cine. Las exenciones andan por cerca de ocho mil millones. Sin embargo, no sólo ha generado una nueva industria sino que coloca al país en un escenario diferente. Genera empleos y divisas. Está el mencionado tema de las zonas francas, demostrado que de cada dólar que “sacrifica” el Estado el país recibe cinco dólares y genera más de 130,000 empleos directos.

Luego vienen los famosos doscientos dólares de los courier, una válvula necesaria para la clase media que se ha convertido en una competencia para muchos negocios formales, ya que bajo esta modalidad se montan negocios que no tienen nada que ver con la clase media, la cual defiendo porque es la parte más sacrificada de la economía, pero se termina como muchas veces sucede con los incentivos desvirtuando los mismos.

El espacio de que dispongo no me permite abundar más, por lo que me comprometo a completar la semana próxima lo que pienso de una reforma fiscal. 

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